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▪︎ Eros Anderson ▪︎

Al despertar pensé que era un sueño cuando vi a Chloe dormida profundamente a mi lado, con sus mejillas algo sonrojadas y un hilo de baba chorreando por su mejilla. Le tomé una foto y comencé a reír en silencio, no me causaba asco, todo lo contrario: ternura. Esas pequeñas cosas me hacen ver cuán enamorado estoy porque si el Eros del pasado hubiera visto esto de seguro estaría vomitando y corriendola de la cama. Supongo que el amor te atonta de maneras que nunca me imaginé.

Decidí levantarme y ponerme solo un pantalón corto, fui al baño para hacer mis necesidades y lavarme la cara, después caminé hasta la cocina, abrí la cortina del ventanal enorme y comencé a hacer el desayuno. Que cursi puedo llegar a ser, esto si me asquea pero me aguanto, me gusta hacer cosas que a ella sé que le gustarán. Todo este plan de ayer lo había hecho con ayuda de todos. Mark se encargó de conseguirme la casa que es de él, una casa que sus padres le habían dado y él rechazado hasta el día de ayer cuando les pidió las llaves. Liam me había conseguido la carne para poder hacer y Atenea había ordenado todo, mientras que yo me arreglaba y también a la casa dándole mi toque.

Después fui a buscarla y nunca pensé que le gustara tanto como lo hizo. Ver sus ojos brillosos y sus pupilas dilatarse al ver todo me hizo el hombre más feliz del mundo porque ya le había hecho un gesto sencillo a un amor del pasado y terminó diciéndome que ella merecía más. Pero no estamos para recordar nada triste, no ahora que tengo a la mujer que amo. La mujer más sencilla, sensible, hermosa, cariñosa y amorosa con todos. Ella es tan linda, siempre queriendo arreglar la vida de los demás.

Termino de hacer las tostadas con mermelada, dos cafés y dos jugos de naranja para ambos. Pongo todo en la bandeja y me dirijo al cuarto no sin antes dejar un sobre, uno que estaba nervioso por entregar pero que sabía que le iba a encantar. Llego al cuarto y veo que ya ha despertado, está mirando su teléfono con el ceño fruncido.

— Buenos días dormilona — Me mira y al instante me sonríe, sonrisa que se agranda más al ver la comida en mis manos — ¿Cómo dormiste? — Dejo la bandeja encima de la cama y le doy un beso corto en los labios. Ella se sienta también y bosteza.

— Muy bien — Dice y mira la comida — Esto se ve delicioso.

— Te alegras más por la comida que por mi — Me hago el ofendido y ella solo ríe mientras muerde una tostada.

— Lo siento pero tengo hambre — Habla con la boca llena.

— Ardillita — Digo con ternura —, creo que te diré así en vez de ratoncita.

— Ratoncita me gusta — Traga —, no lo cambies.

— Pensé que no te gustaba — Tomo de mi jugo de naranja y comienzo a comer una tostada —, tengo un regalo para ti.

Ella levanta la mirada y comienza a observar cada movimiento que hago. Agarro el sobre y se lo doy haciéndola que deje su vaso a un lado y lo tome.

— Abrelo — Digo con entusiasmo.

Me hace caso y saca los dos boletos de avión para comenzar a leerlos. Un brillo en sus ojos se hace presente y se ponen algo acuosos.

— ¿Paris? — Me mira y asiento — ¡Oh por Dios! ¡Gracias, gracias! — Se lanza encima de mi y me abraza — Te amo, te amo.

— Bueno, si sabía que actuarías así te lo hubiera dado ayer en la noche — Bromeo y me besa.

— He querido ir a Paris desde que soy niña, jamás tuve oportunidad de conocerlo.

— Yo si y por eso te voy a llevar— Pongo un mechón de pelo detrás de su oreja — No sabía que te gustaría tanto la idea, pensé en Roma pero como no conozco demasiado decidí que este lugar sería el adecuado.

AmaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora