▪︎Eros Anderson ▪︎Aveces me paraba a pensar que no me gustaba del todo esto. Odiaba sentirme así, aunque a la misma vez se sentía tan bien.
Extraño locamente a la chica de ojos marrones que hasta ayer estaba en mi habitación, en mi apartamento hablando con mi hermana y su mejor amiga. Me puso feliz el hecho de que dejara su plato totalmente vacío, comió como cavernícola pero no dije nada ni me burlé, se notaba que no comía bien desde hacía días y los medicamentos estaban haciendo su efecto. La manera en la que nos habíamos despedido me hizo saber que no necesitaba nada más que a ella, que el quererla tanto iba a hacer que me repare de la mejor manera.
Me había abrazado, mientras yo acariciaba su pelo y aspiraba su olor. Sus manos rozaban mis brazos y cada tanto sentía sus labios besando mi hombro o cuello. A nuestro al rededor solo estaba el sol ocultándose, el viento rozando nuestros cuerpos y el sonido de algunos vehículos que pasaban. La extrañaba.
Quiero sentir una vez más su cuerpo desnudo tocándose con el mío, extraño estar dentro de ella, hacerle mimos o ver esa sonrisa en su rostro. Quiero recuperar todo el tiempo perdido que no pude apreciarla bien.
Solté un suspiro y pasé las manos por mi cara. Me siento raro, siento como si esa parte de mi que faltaba ella lo habia llenado con solo besos y caricias, siento como si ella es la pieza perfecta que encaja con ese agujero que hay en mi. Me aterra solo pensar en que estoy dependiendo de alguien, en que si ella me falta algo dentro de mi se romperá otra vez. Me aterra solo pensar que ella mañana venga y diga que se equivocó de decisión y no quiere nada conmigo. Aunque el alivio recorre mi cuerpo al pensar en su sonrisa de ayer, durante y después de lo que había pasado en mi cuarto, en mi cama. Me sentía tan feliz que me explotó el corazón de amor.
Joder, sueno como un idiota en este momento. Suelto una carcajada y Atenea levanta la vista de su libro mirándome extrañada mientras yo río.
— ¿Y a ti que coño te sucede? — Pregunta después de unos segundos y vuelve con su lectura.
— Es increíble que piense como un maldito nerd enamorado — Respondo sin creérmelo.
— ¿La extrañas? — Pregunta burlona.
— Si, la extraño y mucho — Admito — Quiero tenerla conmigo otra vez.
Atenea frunce el ceño pero no quita su sonrisa dando a entender que le parece extraño esta versión de mi.
— Me alegra verte así hermanito. Ya era hora que dejaras de ser un imbecil y de traer a esas zorras ruidosas.
— Lo siento por eso, ya dije que estaba borracho — Ruedo los ojos — Ahora tengo a Chloe y con ella me alcanza.
— Espero que siga así y no la cagues — Me señala con el dedo.
Cada fin de semana traía a una chica diferente, Atenea siempre tenía que sacarlas a los golpes ya que no querían irse hasta que yo despertara. Dejé de traerlas una semana antes de buscar a Chloe. Atenea me amenazó diciendo que si no dejaba de traer a chicas para follar que se iría con sus padres como un pollito mojado y fingiendo estar arrepentida. Ella aún los sigue queriendo como padres, aunque diga que no es obvio que no puede odiarlos completamente por algo que me pasó solamente a mi, aunque por parte si lo hace ya que ella fue la única que sintió empatía de mi.
Apolo ha tratado de contactar conmigo, pero no lo consiguió, hasta fue a donde trabajo pero casi terminamos a los golpes afuera del supermercado, al final la gallina resultó tener dos huevos y bien puestos.
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Amae
RomanceLos Anderson son todo lo que aspiramos al pensar en querer formar una familia; buena posición económica, hijos ejemplares y mucho dinero. Pero detrás de ese dinero, detrás de su gran perfección ¿qué son tan capaces de esconder? ¿Cuantos secretos de...