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▪︎ Chloe James ▪︎

Ocho días.

Hace exactamente ocho días desde que recibí la llamada con la peor noticia, ocho días desde que me desparrame en aquel piso de hospital mientras lloraba, totalmente desgarrada como si me hubieran golpeado y pisoteado. Ocho días en los cuales Eros no despierta ni da ninguna señal, ni siquiera un apretón de manos o párpados apenas moviéndose como lo hacía, nada más desde aquel día donde su respiración se puso extraña.

Entro despacio a la habitación y lo primero que veo es a Eros, con una leve barba, ojeras y su pelo revuelto. Después a su hermano mayor, durmiendo en el incómodo sillón a un lado de la camilla con un libro abierto apoyado en su pecho, el cual no alcanzo ver el nombre, solo una letra A amarilla.

Los observo a ambos, no son para nada parecidos. Apolo es delgado, muy alto, pálido y su color natural de cabello es rubio. Después está Eros, con su pelo negro intenso, ojos verdes y piel morena, más parecido a su padre. Apolo abre los ojos lentamente y al verme me sonríe, acción que imito al instante.

Últimamente sonreía más seguido, al principio era algo raro por así decirlo ya que él antes no solía hacerlo, pero ahora era lo más común. Lo triste es que tuvo que ocurrir una desgracia para que se diera cuenta de sus errores.

— ¿Qué hora es? — Pregunta con las cejas hundidas y saca el celular de su chaqueta.

— Las cuatro de la tarde — Contesto —, aún es temprano.

— Si, me voy cuatro treinta — Guarda el libro en su bolso y se levanta — Chloe necesito hablar contigo, es sobre algo muy importante y te lo diré a ti porque sé que guardaras el secreto.

— ¿Sobre qué?

— No es nada grave — Hace una mueca — o tal vez si, no lo sé.

— ¿Es sobre Eros? — Asiente — Vamos a la cafetería.

Apolo toma su bolso y yo dejo las cosas encima del sillón, le doy un beso en la frente a Eros y ambos salimos de la habitación. A medida que vamos caminando nos cruzamos al doctor que hace el seguimiento de Eros y nos saluda, bastantes enfermeras también, aunque solo para coquetear con el chico que camina a mi lado. Gente corriendo para acá y para allá en sala de emergencias con cara de preocupación u otra simplemente yendo a su revisión.

Los hospitales eran tan horribles y me resultaban tan tristes, las tragedias terminaban acá.

Llegamos a la cafetería y después de discutir con Apolo finalmente cedo a que él pague la comida. No he comido nada desde que almorcé en el instituto y mi estómago exige algo sólido.

— Bien, ¿sobre qué tienes que hablar? — Envuelvo mis manos al rededor de la taza tibia y tomó un sorbo.

— Me he enterado apenas ayer de esto — Es lo primero que dice algo nervioso — Quedé en shock totalmente.

— No estoy entendiendo — Digo y dejo la taza a un lado.

— Ayer mi madre me confesó algo sobre Eros — Murmura y alborota su pelo — Tal vez te parezca loco al principio pero mi padre me lo confirmó.

— Prosigue — Hundí mis cejas.

— Comencé a discutir con mi madre, ella me dio un sermón al enterarse que venía la mayoría del tiempo a ver a mi hermano — Cuenta — Discutimos fuerte, le dije que no podía ser así con su hijo y me gritó que Eros no era su hijo, que Eros no salió de ella.

AmaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora