xviii

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Ese día sucedió algo inédito, algo nunca antes visto por la humanidad.

Mercy dejó el departamento luego de su pelea con Michael.

Destino: ningún lugar. Planeaba solo caminar hacia alguna cafetería, o buscar la casa de alguno de los chicos a esperar que llegaran. No sabía qué hacer, ni a donde ir. Ella no era Michael, ese que tenía siempre un lugar a donde llegar, o algo que hacer aunque implicara no hacer nada. Ella nunca había sido la que huía.

Pero justo ahora, era lo único que podía hacer.

Eran las ocho de la noche cuando Mercy se detuvo en una parada de autobús, escapando de la lluvia. Llevaba solo una chaqueta de cuero sobre una camiseta de algodón, shorts y botas de combate; todo elegido por Michael, claro.

Iba a resfriarse, probablemente, pero no le importaba. Estaba muy ocupada intentando aceptar que Michael no la amaba, y fallando en cada oportunidad. Era una causa vacía; intentos fallidos, uno tras otro. Michael nunca la había amado, y ella estuvo bien con eso hasta que la curiosidad la mató y lo besó. Hasta que recordó la noche de su cumpleaños.

Hasta que sintió que aquello podría significar algo.

Su móvil sonó en su húmedo bolsillo. Mercy atendió sin ver.

—¿Dónde estás? —escuchó a Calum al otro lado de la línea, claramente preocupado.

—¿Qué importa?

—No seas ridícula, Mercy. Está cayendo un jodido diluvio.

Mercy no tenía fuerzas para luchar.

—Estoy en alguna parada de autobús, a unas seis cuadras del puente.

—Ashton y yo iremos por ti, ¿vale?

—¿Y a dónde me van a llevar? —Mercy estaba insegura, no quería que la llevaran cerca de Michael.

—Vendrás al departamento, ¿dónde más? —dijo, con un tono obvio.

—No quiero verlo.

—No lo verás.

—¿Qué?

—Está encerrado en su habitación y ha roto algunas cosas. Está furioso, pero Michael tiene sus ataques. Tú nunca escapas, por otro lado.

—No quiero verlo —insistió Mercy, dejando que su voz sonara tan quebrada como estaba en realidad.

—No lo harás. Solo iremos por ti, ¿vale? Quédate ahí.

—Esto suena inapropiado, pero vaya que estás mojada —dijo Ashton, riéndose un poco.

Mercy no respondió nada. Solo se quedó quieta sobre el asiento del auto, mientras se dirigían de nuevo al infierno. Calum había traído una manta, una de las suyas, y la había envuelto en ella.

—Casi te congelas ahí —dijo Calum, frotando sus costados para darle calor.

A ella no le importaba. No quería ir al departamento. No quería nada.

Por eso, cuando llegaron, Mercy no hizo nada más que ir directamente a su habitación y encerrarse, buscando una toalla para su cabello y deshaciéndose de su ropa mojada. Estaba cansada hasta los huesos, pero no tenía sueño.

No quería dormir sin Michael. Pero tampoco quería verlo.

Bueno, pues qué situación de mierda.

—¡NO VOY A SALIR! —gritaba Michael. Mercy podía oírlo porque sus puertas estaban una frente a la otra, y ella estaba pegada a esta.

—Michael, para. La has lastimado, no ella a ti —Luke parecía inusualmente serio.

that something | cliffordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora