―¡Los días de perros se han acabado!, ¡los días de perros se terminaron!, ¡los caballos están viniendo, así que es mejor que corras!―cantó Michael desde la cocina, al ritmo de Florence and The Machine. Sinceramente, Michael tenía una voz hermosa, pero ella no iba a decirle eso.
―¡Oh, cállate! ―gritó desde su habitación. En un departamento así de pequeño, todo se escuchaba. Sí, hasta cuando Michael se hacía cosas a sí mismo o a otros chicos.
―¡Tendrías que agradecer que te preparo el desayuno, mujer! ―gritó en respuesta, y siguió canturreando.
Claro que sí. Tendría que hacerlo, pero no lo haría. Salió de su habitación en un short y sujetador. Antes lo hacía con la esperanza de lograr alguna reacción en Michael, pero ya estaba acostumbrada a que lo único sexual que provocaría en él sería una risa sarcástica. Se sentó en el taburete sin cuidado, al lado de la estufa donde Michael cocinaba un par de huevos fritos y tocino.
―Podría comprarme el desayuno ―dijo, mirando sus uñas sin esmalte como si hubiese alguna imperfección en ellas. Las había, de hecho. Tenía que buscar una manicure en algún momento―, aunque me pondría gorda.
―¿Más gorda, quieres decir? ―comentó casual. Ella se lanzó desde el taburete hacia él y le dio un golpe mucho más fuerte de lo que normalmente haría con él. Michael hizo una mueca y frotó su brazo lastimado― ¡Bromeo!
―¿Quieres verme desnuda y decir que estoy gorda? ¡Adelante, vamos!
Si había algo en lo que no era buena era siendo delicada y silenciosa. Sin embargo, sabía que no estaba gorda. Había uno que otro chico tras ella buscando follarla, y aunque eso no le importaba, resultaba irónico que el único chico para el que ella quería ser sexy era para él, y él era gay.
―Te he visto desnuda antes, no eres tan espectacular ―se burló. Ella le dio una mueca y se echó a reír, pero internamente sintió el golpe.
―Bueno, tú tampoco eres la gran cosa ―comentó en contraataque, mientas Michael servía el desayuno para los dos y se sentaba.
―Claro que lo soy. Soy todo lo que cualquiera podría querer. Todos me quieren en su cama, es un hecho científicamente comprobado.
Maldito imbécil.
Ambos comieron apresuradamente, porque era seguramente tarde para asistir a sus clases en la escuela. Michael escogió su ropa mientras se daba una ducha, como todo un experto en no saber absolutamente nada además de la ropa que tenía que usar.
Escogió un par de vaqueros negros y una camiseta a cuadros azules y negros. Al haberse vestido, miró a Michael. Él usaba exactamente lo mismo, solo que llevaba botas militares en vez de zapatillas negras. Ella negó con la cabeza, bufándole.
―Por eso es que todos creen que somos pareja, idiota.
―¿No sería eso genial? Mercy y Michael. Mircy.
Oh, sí. Genial.
―Me quedo con la marca de chocolates. Es menos ridículo. ―concluyó ella, y salió de su habitación para tomar las llaves del auto de Michael y bajar.
La marca de chocolates llegó a la escuela como cualquier otro día. Bajaron del auto y Michael tomó el bolso de Mercy, como cualquier chico haría con su novia. De alguna manera, Mercy se había acostumbrado a ello: a que los vieran como una pareja. Michael se ocupaba tal vez inocentemente de ello, y no parecía notar que, al principio, Mercy quería llorar porque los consideraran algo que nunca iban a ser.
Bueno, llega un momento en que aceptas las cosas; aunque sean una porquería.
―¡M&M's! ―gritó alguien desde la multitud. Mercy supo que era Ashton, pero Michael estaba muy concentrado en su móvil como para saber que había un mundo exterior.

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that something | clifford
Hayran KurguMichael me quema cada vez que me toca. Su mirada verde es casi como si me dijera algo. La manera en que me trata, se siente como otra cosa. Es como si sintiera cosas que no puede decir. Pero, vamos, todos sabemos que Michael es gay.