XXII. Llegada de la muerte.

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Un pequeño, insoportable, chirriante sonido retumbaba en la oreja de la rubia. Pensando que era un mosco que se había entrometido en su habitación pero en realidad era el rastreador que llevaba.

-S-señor...- dijo, gayert asustadizo. Caminaba unos pasos lentos y temblorosos hasta donde se encontraba su "jefe".

-¿Qué se te ofrece? - tomo un trago de su bebida. Mirando con determinación a su compañero de laboratorio.

-...

- ¡Habla ya! - exigió.

-¡La encontré señor, encontré a su hija! - se tapó la boca tal cual termino de hablar el contrario solo lo veía con una expresión sonriente.

-¿En dónde? - pregunto tal cual rápido se levanto de su asiento, para agarrar y mover los hombros de su compañero con desespero.

- En está en esta ubicación, gracias a su hijo pudimos rastrearla. - aplaudió dos veces, alargando al joven okogi.

-Fue simple padre, solo busque de acuerdo a las coordenadas de una vieja amiga, e incremente un código de rastreo hace muchos años pero sorprendeme me tope con mi "hermana", así que no fue tan difícil. - su voz sonaba superior, llevo sus manos hacia su espalda de ahí un tirón, se escuchó el espalda tronar.

- ¿Por qué de una amiga? - cuestiono, Sara debería de vivir sola, al tener compañía es un peligro.

- hmhjm...lo contare en la cena padre, por el momento debemos traerla hacia nosotros.

Shō, corrió rápidamente hacia una mesita que se encontraba cerca de ellos, busco en un pequeño baúl, si nueva creación. Lo saco con una sonrisa e hizo una bolita con sus compañeros. Acercó su mano en el centro y de él, los dedos fueron estirándose uno por uno hasta mostrar en la palma de su mano, específicamente en el centro. Un chip, un insignificante chip.

- uh, ¿para que sirve? - hablo harumi quién ya se encontraba en la bolita, espantando a Natsuko.

- ¡Ah, deberías considerarte un ninja! - gruño el castaño con tremendo fastidio.

Desde que se había mudado aquí, harumi parecía de la nada, asustando al más joven, cosa que pasaba al diario casi todo el jodido día, en la regadera, al comer, haciendo deberes, ayudando a su padre: - quien ocasionó tremendos accidentes -.

-Este mi querido amigo, es un chip con este chip haremos que yuzu tenga ataques y probablemente muera- era un chip rojo, color rojo ira, en su centro tenía una figura de una calavera.

-¿En qué lo beneficia a usted?. - pregunto gayert asustado.

-bueno me beneficia en el que ella tenga ticks por unas cuantas horas, entonces ella tendrá que venir hasta a mí, para reproducirnos. - sonrió como un demente idiota.

-quiere decir que agonizara poco a poco ¿Verdad? - dijo Natsuko.

-Claro que si mierda.

A continuación, Shō camino hasta la cápsula de sara, que, de cualquier manera. Aun seguía concretada con ella, tenía un pequeño lazo pero muy fuerte respecto a su salud. En la base, presionó un botón rojo e inmediatamente abrió mostrando un pequeño cuadrado. Sonrió con victoria y alegría. Coloco el chip, volvió a cerrar la barra. Por unos segundos comenzó a escanear. Y el líquido verde que llevaba la cápsula se tomó a uno rojo, eso significaba que estaba en peligro de muerte la híbrido.
Después de tantos años, al fin la tendría en sus pies.

(...)

-¿Qué tienes planeado hoy, Mei? - pregunto la canina.

Con una voz ronca e casi inaudible para la los oídos de la azabache, logro captar ciertas palabras, con lo que llegó a la conclusión que la rubia le preguntaba las actividades de su día de hoy. Su oír no estaba al 100%. Abrió por dos segundos, uno de sus ojos, quien logro visualizar su reloj
En realidad no sabía que hacer el día de hoy, ayer duraron máximo cuatro o cinco horas - haciendo todas las posiciones del kamasutra-. A pesar de obtener poca información sobre ello. Los gemidos decían lo contrario. Prácticamente su mente estaba en blanco, no se le ocurría nada en absoluto.

Era sábado, no habría mucho que hacer...¡Las compras! Pensó mei.

Intento levantarse pero su espalda dolía mucho, ayer yuzu fue muy violenta con las embestidas. Nuevamente intento levantarse pero está vez, cayó de la cama golpeándose su nariz. De su boca, salió un quejido de dolor, tal vez por la nariz o su cadera muerta.

- ¿Estás bien? - asomó la cabeza la rubia sin mucha preocupación en su rostro, al contrario, estaba coqueteando.

- Podrías...¿Ayudarme en ves de violarme mentalmente? - gruño, sabía las intenciones de su amante así que no esperaba mucha ayuda de su parte.

- No, me gusta como te ves.

En un acto coqueto, golpeó uno de los glúteos blanquecinos de la chica, con cierta fuerza. Mei quería enojarse pero salió un gemido de su boca, a lo que provocó que yuzu solo riera a carcajadas.

- No me lo tomes a mal, mei, pero soy una chica con una mano demasiado sexy.

- Si, claro - susurro con sarcasmo.
...

- ¡Auch, Ouch! - chillaba la chica a gritos al dar solo un paso.

Después de levantarse del suelo, yuzu la había cargado, la cambio de ropas, la llevo hasta la cocina donde cocino unos huevos refritos, cosa que aprendió al pasar de los años, viviendo con su dueña.
No salieron como debía, pero mínimo había algo de comida en el estómago de mei. Al terminar de comer, intento levantarse pero sus caderas ardían, paso a paso un dolor insoportable. Yuzu sintió culpabilidad, pero nadie le informo que no tan duro debía de ser.

- Por favor yuzu, déjame sola en esto - refunfuño la chica, en estos momentos la odiaba.

- Mei, yo debería de ir por las compras ¿No crees? Yo puedo mover mis ca-de-ras. - burló la chica.

- Bien, solo lárgate, no quiero mirarte hoy - con ambas manos tapo su rostro ocultando su enojo.

Yuzu sonrió de lado, se había acostumbrado a las actitudes tan frías, cariñosas, coquetas, alegres, en esta ocasión, pervertidas de mei. Cada día que pasaba agradecía con el destino que se encontrarán.
Beso la frente de su amante, fue por las llaves del hogar. Cerró los ojos con cierta fuerza y sus orejas, cola y características caninas desvanecieron, convirtiéndose en una humana común y corriente.

Mei por lo mientras...era mei, agarro de su pequeño estante de libros y comenzó a leer, cómo si de la noche anterior no hubiese pasado nada. Antes de leer tomó una pastilla para el insomnio, hace unos pocos meses. No dormía nada, absolutamente nada, muchas cosas venían a su mente. Preocupaciones y demás. Yuzu a su lado, trataba de calmarla pero tenía ataques de ansiedad y crisis. Habían ido al doctor, quien le recomendó por el momento pastillas para dormir.
Sin pensarlo mucho, tomo dos de ellas. Sus ojos viajaban en la lectura pero poco a poco cerraban. Hasta quedar profundamente dormida.

- ¡Vaya, está en quinientos llenes! - habló exaltada la chica.

No sabía nada de comprar pero gracias al papel que escribió las compras mei, pudo guiarse. Pasaba de un puesto a otro sorprendiendo se de los precios de cada compra. La tarde era muy alegre. Niños jugaban, adultos conversaban, viejitos solo veían a los demás divertirse y disfrutar los últimos suspiros de sus vidas.

Al finalizar las compras, se retiró de aquel mercado tan llamativo y social. Llendo se por un callejón no muy lejos de su hogar, quedaban dos minutos de este.
Tarareaba y recordaba lo de la noche pasada. Un leve sonrojo llego a sus mejillas.
Pero se esfumó cuando un golpe en su pecho ardió sin compasión de la rubia. Se tambaleó, sus piernas comenzaban a traicionar la al no tener el equilibrio suficiente. Apoyo una de sus manos en la pared que se encontraba ahí.

El sudor bajaba impresionante como si hubiera corrido un maratón, pero no era así. La vista comenzaba a nublarse casi no distinguía nada, dejo caer las compras al suelo regando toda la comida por el callejón.
Sus ojos se convirtieron a unos verdes enebro, en su ser algo estaba cambiando.

Estaba agonizando.

Más que tu dueña || 𝐴𝑢 𝐴𝑛𝑖𝑚𝑎𝑠ℎ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora