Capítulo XXXIII

1.8M 107K 423K
                                    

XXXIII - CULPABILIDAD

Al despertarme, bostezo perezosamente y me froto los ojos. Miro abajo y veo que estoy tumbada de lado, al igual que Jared, y que él tiene la cara escondida en el hueco de mi cuello. Sigue durmiendo como un angelito. Con lo tranquilo que parece así...

Con cuidado, aparto su brazo y él murmura algo antes de acomodarse de nuevo. Aprovecho para saltar de la cama y deslizarme a su cuarto de baño. ¡Por fin puedo darme una maldita ducha en condiciones en esta casa con mis cosas! Estoy más feliz de lo que debería estarlo por esta tontería.

Unos minutos más tarde sigo sin ducharme porque sigo peleándome con la configuración de la ducha. ¿Cómo demonios puede tener tan complicado? Siempre uso el de efecto lluvia, pero sigue sin parecerse al normal. Malditos ricos. Doy un salto cuando me cae un chorro de agua fría en la espalda y consigo cerrarlo al instante. Menos mal que no he grita...

—Te has tomado al pie de la letra de lo siéntete como en casa.

Casi me da aun ataque al corazón cuando me doy la vuelta y veo a Jared apoyado en la entrada de la ducha de brazos cruzados. Ni siquiera me había dado cuenta de que había abierto la mampara. Estaba ocupada peleándome contra su maldita y estúpida ducha.

No, el estúpido es Jared.

Ah, sí. Es verdad.

Hacía mucho que no lo decíamos, conciencia.

Lo sé. Sigue portándose anormalmente bien.

Y también sigue siendo un poco estúpido.

Estúpido Jared.

—¿Has desconectado de la vida? —enarca una ceja.

—¿Eh? No... solo estaba peleándome con tu ducha —mascullo.

—¿Y quién va ganando?

Pongo los ojos en blanco cuando se ríe disimuladamente de mí y se mete en la ducha, cerrándola de nuevo. Se inclina hacia delante y pulsa un botón. Al instante, veo que el icono que estaba mirando fijamente intentando que brillara se ilumina.

—Y la tecnología sigue ganando a la humanidad —murmura.

—¿Por qué demonios no puedes tener una ducha normal?

—Porque soy de todo menos normal.

Entrecierro los ojos y sonríe.

—Cassie me ayudó a elegir las cosas de la cosas de la casa. Esta ducha, concretamente, fue elección suya.

Asiento con la cabeza y, de pronto, me doy cuenta de un pequeño detalle. Lo miro de arriba abajo.

—¿En qué momento te he ofrecido que vinieras a ducharte conmigo?

—Me he invitado solo —sonríe como un niño pequeño.

—¿Qué...?

—Hay que ahorrar agua, Rocky.

Parece que va a decir algo, pero frunce el ceño al mirar a su alrededor. Sigo sus ojos, pero no encuentro nada muy alarmante. Hasta que él lo resalta.

—Pero... ¿cuántas cosas has traído? —pregunta, a medio camino entre la confusión y la diversión.

Miró mis mil botes de champú, cremas, acondicionadores... y siento que mis mejillas se vuelven rojas.

—Solo he traído lo indispensable —le digo, muy digna.

—Venga ya, es imposible que lo uses todo —murmura, agarrando un producto cualquiera y leyéndolo rápidamente—. Ni siquiera sé qué es esto.

La última notaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora