Capítulo XXXIX

1.3M 99K 367K
                                    

Vaaale, hoy tengo que deciros una cosa importante y otra no tan importante.

La no tan importante es que puede que haya algunos errores en el capítulo, pero los corregiré en cuanto pueda, así que si veis alguno decídmelo en los comentarios porfi :D

Y la importante es que... esta historia tendrá cuarenta y dos capítulos. Es decir, que solo quedan tres más. Bueno, y el epílogo. Y no, no habrá más libros D:

Y tras esta gran noticia os dejo leer jijiji



XXXIX - DISTANCIA

Jared

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde la ruptura?

Sigo mirando fijamente el ventanal envuelto en sofisticadas cortinas blancas que tengo a dos metros de mi silla. Un rayo de sol se cuela entre ellas y choca con mi muñeca. Y eso parece mucho mejor distracción que el imbécil que tengo sentado delante.

El doctor Pearson. Una maldita eminencia, supongo, porque es el que Cris me impuso desde que llegamos a Los Ángeles. También puedo suponerlo por los excesivamente numerosos diplomas que tiene colgados en la sala. Como si quisiera que me diera cuenta de lo importante que es. Creo que se encarga de la estabilidad mental de un montón de famosos desquiciados. Supongo que ahora soy uno de ellos.

Bueno, siempre he sido un desquiciado. La única diferencia es la palabra famoso.

—¿Jed? —insiste.

Suspiro y ladeo un poco la cabeza para mirarlo. ¿Por qué le odio tanto? Su perilla gris y sus ojos castaños me ponen de los nervios. Me entran ganas de darle un puñetazo y ni siquiera sé por qué.

—¿Qué? —enarco una ceja.

—Jed, necesito que te centres para que esta terapia sirva de algo.

Suelto un bufido que supongo que podría interpretarse como una risa despectiva. Sin embargo, a él no le afecta. Claro que no. Es imposible provocarlo. Por mucho que lo intente.

—¿Te hace gracia? —murmura, anotando algo rápido en una libreta.

Me estiro y agarro el pequeño cartelito con su nombre. Le doy una vuelta y se lo enseño con una pequeña sonrisa pedante. Él ni siquiera cambia la sonrisa amable. Es jodidamente odioso.

—Doctor Pearson —repito—. Es un nombre un poco ridículo, ¿no crees?

—¿Dónde ves su ridiculez exactamente? —pregunta totalmente tranquilo.

—No en el doctor —replico, dándole una vuelta al cartelito.

Él suspira y deja la libreta a un lado por un momento, mirándome. Entrelaza los dedos y me mira fijamente, como siempre.

—Jed, ya hace un tiempo que nos conocemos. Un tiempo relativamente corto... pero creo que ya tenemos algo de confianza. Nos vemos cuatro veces por semana.

—No necesito que me lo recuerdes.

—Si quieres que esta terapia funcione, necesito que hables conmigo. Quizá no necesito que te abras completamente, pero sí que hables conmigo. Dime lo que quieras decirme, pero háblame. ¿Crees que eso es difícil?

Suspiro y lanzo el cartel a su mesa descuidadamente. Él lo coloca con su sonrisa amable intacta. Imbécil.

—Accedí a venir a esto para que Cris me dejara en paz.

La última notaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora