Capítulo XXVI

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XXVI - EXCUSAS

Han pasado dos días y no he vuelto a saber nada de Jared.

Esa noche, después de dejarlo en el hospital, fui directa al hotel y recogí mis cosas. Me dejó un poco descolocada que nadie pareciera muy sorprendido por mis ganas tan repentinas de huir de ellos. De hecho, Kevin ni siquiera dijo nada. Hunter intentó detenerme y Ally me preguntó unas cuantas veces si estaba segura de lo que estaba haciendo. Pero no había sorpresa en sus voces.

Ni siquiera con Cris o Bruce. De hecho, ella me dijo que me tomara el tiempo que necesitara a solas, que no le diría a Jared nada de dónde estaba. Así que cogí mis cosas y fui directa a casa de los padres de Lexi, que tuvieron el detalle de dejar que me quedara. Menos mal que me conocían desde hacía mucho tiempo.

Y, como estaba diciendo, han pasado dos días sin que haya sabido nada de Jared. Bueno, no de su parte. He estado hablando con Cris y Ally, preguntándoles cómo va todo. Al parecer, Jared volvió al hotel a la mañana siguiente. No han dado más detalles. Eso no me gusta, pero a la vez no me atrevo a insistir. Creo que lo que puedan decirme me gustará todavía menos.

Ahora es de noche. Estoy en la cama de Lexi mientras ella hace lo que puede y más por distraerme de todas las formas posibles. Estamos las dos en su cama y ella me enseña un álbum de fotos que ha encontrado de cuando teníamos trece años en nuestra clase.

—¡Mira a este! —Lexi lo señaló—. Si tiene más granos que piel.

—¡Lexi!

—¿Y esas gafas que lleva esa chica? Por Dios, ¿por qué hay padres que odian tanto a sus hijos?

Sonrío por primera vez en dos días. Realmente, Lexi no es solo mi amiga. Es como una hermana. Es la única persona que querría a mi lado en una situación así. Hemos llegado al punto en que ni siquiera me da vergüenza llorar delante de ella. Y me daría vergüenza delante de cualquier otra persona, te lo aseguro.

Porque he estado llorando. Mucho. Más de lo que me gustaría admitir.

Miro mi móvil de reojo y veo algunos mensajes de Sam y Liam, pero nada... bueno... nada que realmente estuviera buscando. Y sé que debe ser así. Después de todo, yo lo dejé. Porque lo dejé. Y me siento horrible por ello. Cada día me siento más horrible. Y sola. Y vacía.

—¿Tienes hambre? —me pregunta Lexi al ver que me he distraído.

—No mucha.

—Genial. Voy a pedir una pizza.

Sacudo la cabeza y salgo de la cama para seguirla hacia el salón. Al menos, sus padres hoy no están aquí. Puedo montar mi drama en paz.

Me dejo caer en el sofá mientras ella pide nuestra cena y enciendo la televisión. Lo primero que sale son las noticias. Y, en ellas, la maldita cara de Jared.

Trago saliva con dificultad y cambio enseguida cuando adivino que están hablando de la pelea. No quiero saberlo. No quiero.

Al final, dejo el control a Lexi, que pone enseguida una película romántica de los noventa —tiene una obsesión con ellas— y yo me voy haciendo pequeñita en mi lugar cada vez que un personaje hace algo romántico.

Parece que ha pasado una eternidad cuando por fin suena el timbre. La verdad es que no tengo hambre, pero dedico una sonrisa a Lexi al ver su entusiasmo.

—¡Pizza! —exclama, corriendo a la entrada.

Escucho sus pasitos apresurados hacia la puerta y me quedo mirando con cara de asco a la protagonista sonriente de la estúpida película.

La última notaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora