Capítulo XXXVIII

1.2M 100K 247K
                                    

XXXVIII - TIEMPO

Durante unos instantes, el silencio que se instala en la habitación es tan sofocante que siento que se me forma un nudo en la garganta, impidiéndome respirar. Mis ojos están irremediablemente clavados en las fotos del artículo, igual que los suyos. Y lo que me está causando más malestar es que no le veo la cara porque está girado hacia su móvil.

Tengo que decir algo. O igual debería decirlo él. No lo sé. Mi cerebro ha dejado de funcionar. Solo puedo mirar fijamente su móvil con la esperanza de despertarme de esta pesadilla.

Entonces, cuando empiezo a pensar que voy a desmayarme, veo que baja el móvil hasta que cae en su regazo y se gira hacia mí, pero soy incapaz de devolverle la mirada. ¿Por qué hace tanto calor aquí dentro?

—Y-yo... —empiezo torpemente, con un hilo de voz—, sé... sé lo que parece.

No dice nada. Y me atrevo a mirarlo. Casi siento que no debería haberlo hecho; tiene la mirada más fría que me ha dedicado en mi vida.

Oh, no.

—Yo... —repito como una idiota, cerrando brevemente los ojos para centrarme—, no sé... es decir... no...

—¿Las fotos son falsas? —sugiere.

Lo peor es que ni siquiera parece alterado. Solo... frío. Y yo, mientras, soy un manojo de nervios que va a ponerse a llorar de un momento a otro.

—No —admito en voz baja.

Un músculo se contrae en su mandíbula, pero eso es todo lo que me puede indicar que me ha oído. Por lo demás, su expresión no cambia en absoluto.

—Lo de Liam... es mi amigo, ya lo sabes.

—Liam no me importa, Brooke.

—Vale, y Brent... él... ¡yo nunca quise encontrármelo! Fue solo... el otro día... cuando fui a desayunar con mis amigos, estaba ahí y...

—¿Por qué no me lo dijiste?

—N-no lo sé... —¿por qué tengo ganas de llorar? Por favor, tengo que centrarme—. Pensé que no haría falta. No pasó nada.

—Brooke...

—No quería alterarte.

De pronto, frunce el ceño.

—¿Alterarme?

Y me doy cuenta de mi error. Me lo ha dicho muchas veces; su familia durante toda su vida ha evitado hablar con él de ciertos temas por miedo a que se alterara. Y él siempre lo ha odiado. De hecho, recuerdo que hace mucho tiempo me dijo que una de las cosas que más le gustaba de mí era que le contara todo, bueno y malo.

Mierda.

—Jared...

—¿Y lo de Sam?

Oh, oh.

—Eso... eso es... —me salen las palabras atropelladamente—. Es... complicado.

—¿Se quedó a dormir contigo?

—¡No... de esa forma!

—Entonces, ¿cómo?

¿Cómo demonios sigue sin levantar la voz? ¿Cómo demonios consigue que parezca que todo esto le está importando una mierda cuando yo sé que por dentro está igual o peor que yo?

—Él y Riley habían cortado —intento explicarme—, estaba triste y... y vino a disculparse conmigo. No tenía dónde ir y le ofrecí mi residencia porque...

La última notaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora