Capítulo XL

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XXXX - LO MEJOR

—¿Crees que debería empezar a aceptar encargos?

Liam me echa una ojeada rápida antes de volver a girarse hacia delante.

—¿Encargos?

—Ya sabes —murmuro mirando por la ventanilla—. Poner un anuncio en Internet y hacer fotos en fiestas, en bodas... unas cuantas chicas de mi clase lo hacen.

—En las bodas se liga mucho —él sonríe ampliamente.

Le pongo mala cara.

—Vale —accede—. Si necesitas dinero extra, no es mala idea. ¿Necesitas un modelo sexy? Porque yo estoy disponible. Y soy barato.

—Espera, ¿barato? ¿Si te lo pidiera, me cobrarías?

—Pues claro. ¿Te crees que esta cara es gratis?

—Liam, eso ha sonado fatal.

—Oh —sonríe ampliamente—. Si lo que quieres es un polvo, lo tendrás gratis. No te preocupes.

—No me preocupaba —pongo los ojos en blanco.

Él tarda unos segundos, y veo que la sonrisa va desapareciendo hasta convertirse en una mueca.

—La verdad es que me sorprende que estés tan tranquila teniendo en cuenta que vamos a casa de don tatuajes.

—No es como si fuera a encontrármelo —murmuro.

—Ya, pero los recuerdos felices, su casa, tooooodo lo que habéis vivido ahí, juntos, amándoos, es...

—Liam, no ayudas.

—Solo expongo hechos dramáticos —se defiende—. Bueno, estamos llegando. Subiría contigo y rebuscaría en los cajones de don tatuajes encantado, pero mi querida jefa me ha pedido que me pase por el bar. Mándame un mensaje cuando me necesites y estaré aquí en cinco minutos.

—Gracias, Liam.

Bajo del coche y voy directa al portal. La verdad es que sí estoy nerviosa. Bastante. Especialmente cuando entro en el edificio con las llaves en la mano. Miro al portero como si fuera a placarme para que no pudiera subir, pero se limita a sonreírme educadamente y centrarse en sus cosas otra vez. Bueno, es un alivio.

Se me hace muy extraño entrar en el ascensor sin ninguna ilusión, como normalmente me pasaba al venir aquí. Ahora, solo estoy tensa. Y triste. Me remuevo, incómoda, y espero —impacientemente— hasta que llego a su piso. La mano me tiembla de una forma bastante ridícula cuando meto la llave en la cerradura.

Asomo la cabeza dentro del piso y veo que está todo a oscuras. Y no oigo nada. Vale. No hay nadie. Uf, menos mal.

¿Por qué me siento como si estuviera entrando a robar? Dios, esto es ridículo.

Entro y cierro a mi espalda. Enciendo la luz y me da la sensación de que la casa está demasiado vacía. Y no solo porque Jared no esté. Es difícil de explicar.

Me quedo mirando a mi alrededor unos segundos antes de avanzar hacia el salón. No hay rastro de sus guitarras, que algunas veces apoyaba debajo del ventanal. Tampoco está su chaqueta tirada en el sillón. No están sus llaves en el mueble junto al sofá. No sé por qué esos pequeños detalles me hacen sentir tan miserable. Pongo una mueca y paso una mano por el respaldo del sofá mientras cruzo el salón en dirección al pasillo y dejo las llaves donde solía tener él las suyas.

Realmente no quiero entrar en su habitación. Casi tengo ganas de llorar solo al pensar en hacerlo, pero no me queda más remedio. Casi todas mis cosas están aquí.

La última notaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora