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Pasaban los días y Mateo no podía dejar de pensar en lo poco que se quería su novio, le dolía, porque aquello seguramente venía de algún lado, y no quería apuntar a nadie, pero sus suegros ya habían demostrado lo denso que eran con el mayor, lo mucho que le echaban cosas viejas en cara, tal vez era eso. ¿Pero qué podía hacer él? Manuel ni siquiera se quejaba de aquello, dejaba que suceda, no peleaba contra ellos porque tenía hermanos menores, quería ser un ejemplo. De hecho, ni siquiera lo reconoció cuando se lo dijo, intentó que vea el maltrato, pero Manuel no veía nada raro en un reproche de algo que pasó hace tiempo.

Las primeras veces que pasó aquello, ni él se dio cuenta, pero cuando Manuel cancelaba sus juntadas porque había llegado tarde "el otro día" le empezó a hacer ruido. ¿Cuándo fue el otro día? Cuando preguntó, Manuel respondió sin interés que fue aquella vez, una de hace meses, que sus padres seguían algo molestos por eso, y Mateo no podía entender cómo no se daba cuenta, recuerda haber fruncido el ceño el resto del día.

Pero no sabía si en realidad podía decir algo sobre el tema, Manuel no se metía en su vida así y realmente no creía tener siquiera el permiso para hablar con su propio padre y preguntarle si eso era normal. Porque no es que eran malos, sólo… eran demasiado estrictos.

Así que ahora invitaba mucho más al mayor a salir, aunque sea a sentarse en una plaza durante un par de horas, no quería que esté solo, porque todavía no aceptaba presentarse ante su padre, pero hablaban de eso, Manuel le explicaba cómo se sentía sobre eso y Mateo apretaba sus manos con suavidad y sonreía diciendo que no tenía de qué preocuparse, que su padre ya lo quería de antes.

Finalmente el día llegó, Manuel estaba literalmente temblando, pero bien podría ser el frío de esa noche, aunque afirmó que era sólo él cuando Mateo abrió la puerta de su casa y lo invitó a pasar, el ambiente estaba cálido y él seguía temblando.

El menor lo recibió con un abrazo firme y un beso casto pero largo, se veía muy animado, tal vez estaba algo eufórico porque al fin accedió, después de como dos semanas de rechazar su invitación todos los días sin falta.

El padre de Mateo se acercó a saludarlo y por alguna tonta razón, se sintió terriblemente nervioso, ya lo había visto cientos de veces, pero hoy era un día donde se le permitía estar ultra nervioso.  Pedro sin embargo lo recibió como siempre, un estrecho abrazo y una amplia sonrisa.

Nada fue como lo esperó, Pedro fue amable como siempre, el pequeño hermano de su novio fue igual de risueño que todas las anteriores veces, el único que parecía algo diferente era el mismo Mateo estaba pegado a su lado, cuando reía se apoyaba sobre uno de sus hombros, su cabeza descansaba todo el tiempo sobre él, entrelazaba sus manos sobre la mesa y eso hacía que se tense mirando enseguida a Pedro, pero éste ni siquiera les daba una segunda mirada.

Se empezaba a sentir aceptado en la familia de su novio, nadie miraba lo que hacían, y cuando Mateo tomó su rostro con ambas manos y besó sus labios, no recibió más que un sonido de asco del menor de los hermanos y una broma de su suegro. Era bienvenido, de alguna manera que no sabría explicar, en una familia pequeña pero tan acogedora, tenía ganas de abrazar a su novio con fuerza, no podía esperar a estar solos, no quería que todos vieran cuán emocionado estaba.

Mientras tanto, Mateo estaba literalmente dando saltos de alegría casi todo el tiempo. Manuel entró tenso y nervioso, lo estuvo hasta casi terminada la cena, unas buenas dos horas, pero fue dejándose llevar por las bromas y para cuando se quiso dar cuenta, el mayor sonreía ampliamente y carcajeaba ante las bromas de su padre, no podía parar la emoción en su pecho, quería besarlo y abrazarlo toda la noche, pero apenas habían pasado unas horas de que estaba ahí, tendría que esperar a más tarde.

Manuel vio cómo su novio acariciaba el cabello de su hermano menor y le decía que tendrían que ir a dormir, que era tarde, el pequeño bostezó y se colgó del cuello ajeno para ser llevado a dormir. En ese momento le dio ternura ver salir a Mateo con su hermano como un koala, pero después se dio cuenta que iba a quedar solo con su suegro y ahí volvieron sus nervios.

Pedro apenas vio desaparecer a sus hijos por el pasillo se volteó hacia él y sonrió de lado, Manuel se veía muy nervioso, aún miraba hacia el pasillo.

-“Así que… no me dijiste que te estabas serruchando a mi hijo”. Aquello hizo que el menor abriera los ojos con sorpresa, negara varias veces y tartamudeara tratando de defenderse. A Pedro le causó gracia y rió antes de golpear el brazo ajeno como si todo fuese una broma, que lo era. “La verdad, si alguien se va a mover a mi hijo, me alivia un poco que seas vos, sos un buen pibe”.

Manuel no sabía qué decir, seguro estaba totalmente rojo, no sabía si aclarar que nunca habían cogido, si preguntar qué tan cierto era eso de sentirse aliviado o reírse como si estuviese bien con esas bromas, pero pudo murmurar apenas un agradecimiento, que supone se escuchó claro porque Pedro suspiró aún con una sonrisa y se acercó para volver a hablarle, esta vez con su voz más baja.

-”Te digo la posta, estoy feliz por él, vos lo hacés estar así, sonriendo todo el tiempo. No sé qué hacés, pero seguí haciendo eso, y cuidalo. No me voy a poner la gorra ni te voy a amenazar ni nada, eso es cosa de ustedes, cuídense los dos nomás, no hagan cagadas, y cualquier cosa me dicen”. Manuel frunció el ceño al escuchar un consejo en plural, así que volteó y ahí estaba su novio, sonriéndole a ambos. “Y vayan a dormir que es tarde, o a hacer lo que hagan, no me quiero enterar nomás”. Pasó por el lado de ambos mientras se alejaba por el mismo pasillo que antes lo hizo su novio, aunque volvió a hablar. “Ahhh que no sea como la otra vez, que te tuvieron gritando como una hora Mateo, la gente tiene que dormir, yo laburo mañana, tu hermano va al colegio”.

Manuel enseguida miró con curiosidad a su novio quien estaba rojo pero no podía dejar de sonreír.

-”Nos escuchó, esa vez que salió todo mal con tus viejos y me la chupaste como 40 minutos”.

Le ardía el rostro de vergüenza.

-"No me habías dicho que tu viejo me escuchó chupártela"

-"Técnicamente me escuchó a mi, a vos no".

Sonrió como si eso cambiara algo, pero tenía esa sonrisa juguetona, ni siquiera le importaba realmente el asunto. Se acercó para darle un suave beso y Mateo tomó su mano para llevarlo a su habitación, hace casi un mes que no dormía ahí.
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Domésticos - TrueplikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora