XX. Dama de la noche

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Oh, damisela.

Tú que fuiste abandonada,

Tachada como un fenómeno entre los tuyos...

Exiliada por el pecado de amar.

Tú que amaste tan intensamente...

¿Ahora sientes deseos de venganza?

Por la humillación, por la sumisión.

Por sentir que la vida fue injusta para ti.

Ahora sientes deseos de ver sangre correr.


Apenas crucé el portal, que aparecimos en un bosque nocturno en Rumania y levantamos oreja para escuchar cualquier ruido del enemigo, en mi mente surgió un camino que me guió a donde necesitaba.

Me alejé de todos, nadie me detuvo y mis pies me siguieron guiando hasta donde mi corazón me lo pedía.

Aún en mi cabeza estaba la discusión si matarla o hacer el pacto.

Aún veía los pros y los contra de cada uno. Pero iba armado por si elegía matarla.

Pro si hacía el pacto: No tendría que verla morir como tantas veces lo soñé.

Contra: Perdía toda libertad de opinión y sería un mero títere mío. Y era posible, si no manejamos esa unión, que nuestra relación empeorara, como la de los traidores.

Pro si la mataba: La iba a revivir, Margot sería libre.

Contra: Podría no funcionar. Podría no tener el valor para hacerlo.

Era un cobarde.

A pesar de que llevaba el cuchillo con fuego celestial, no lo iba a usar. Al menos no en ella. Eso era quemarla totalmente y no sabría si tendría posibilidad de revivirla de esa forma.

No podía arriesgarme, así que llevaba en mi otro bolsillo un cuchillo de plata.

No supe cuánto tiempo caminé, no presté atención a ver si la guerra ya había comenzado, porque no importaba, porque ya podía sentir los olores del bosque en mi nariz y se me hacían tan familiares como si ya hubiera estado aquí antes.

Porque a través de la apertura de la cueva que tenía enfrente, podía sentir un aroma que mantenía grabado en mi memoria. Los collares en mi cuello solo parecían vibrar.

Entré a la cueva con cuidado, esperando que Margot no se me lanzara encima solo para verla de pie, como un fantasma, con las manos ensangrentadas y sus ojos amarillos, llenos de locura.

—Sabía que vendrías —Me dijo ella—. Sabía que Duncan te guiaría hacia aquí, en donde fue nuestro final.

—Margot, no quiero hacerte daño —Le dije. Estaba buscando una apertura, necesitaba estar más cerca para poder romper la caracola. Margot soltó una risa.

—¡Claro que no deseas hacerme daño! Deseas someterme, someter a Opal ¿Eso es lo que deseas? Vernos como un objeto, quitarnos toda libertad.

—¿Tú no fuiste la de la idea? Antes —Margot ladeó la cabeza.

—Sí, fue idea mía. Sí... pero fue de las peores ideas que pude haber tenido. Perdí mi libertad, contaminé mi relación con Duncan.

—¿Y si te dijera que no planeo hacer el pacto? —Los ojos amarillos de Margot brillaron, el anillo de iris azul apareció y luego la chica gruñó.

Dama de la noche [Los traidores #2] «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora