XXIII. Almas perdidas

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Cuando el alma deja el cuerpo, este mundo...

¿Simplemente se pierde?

No, si se mantiene el recuerdo,

El alma se mantiene viva,

Dentro de los que los aman.


—Por favor...

—Por favor, resiste...

—No te mueras, Alex. No te mueras...

—Por favor, no te vayas. Todo terminó, no me dejes también.

—Por favor...


La voz sonaba lejana, como si estuviera a kilómetros y apenas mi audición vampírica pudiera escucharla.

—Por favor... sé que escuché algo...

No sabía si estaba muerto. Pero luego sentí un horrible dolor en el pecho y supe enseguida que no, no lo estaba.

Pero estaba muriendo.

—¡Bebe! ¡Bebe la sangre! ¡Bébela!

El líquido caliente recorriendo mi garganta me fue llevando poco a poco hacia la conciencia. Podía tener un poco más de conciencia en el ambiente y sentía la suavidad de una muñeca sobre mis labios. Además de algo caliente tocando mi pecho, justo en mi herida.

Los sollozos se hicieron más claros y podía sentir más: la arena bajo mis dedos, la pesadez de mi cuerpo, la mano suave de Opal sobre mi corazón haciendo presión.

Abrí los ojos tomando un fuerte respiro.

Podía ver manchas en mi visión pero todo se iba aclarando ahora. La mano desapareció de mi boca dejándome una sensación de cobre, y los ojos aguamarina de Opal inundaron mi visión.

Aguamarina.

El azul más bonito que podía haber en esta vida.

—Hey... —Mi voz estaba ronca. La mano de Opal permanecía aún en mi pecho.

—Hey... —Ella me sonrió. Había alivio en sus facciones.

—Estoy vivo... —murmuré, Opal solo asintió.

—Estuviste muerto... solo te reviví con algo de RCP —Enarqué una ceja.

—No creo que el RCP pueda con una puñalada en el pecho —Opal soltó una risita.

—La dama se fue, Alex. Pero aún poseo los poderes de las especies... las hadas tienen un proceso de curación —Señaló con sus ojos su mano en mi pecho y luego suspiró para brindarme una sonrisa—. Si no fuera por esto, no hubiera podido sanar un poco tu herida para poder volverte a traer a la vida. Además de que te di de mi sangre para hacerte reaccionar.

Estiré mi mano y acaricié su mejilla. Opal cerró los ojos y apoyó su mejilla sobre mi mano.

—Cielos... si no estuvieras tan herido me lanzaría a ti y te abrazaría como he anhelado tanto... —suspiró ella. Solté una risita mientras seguía acariciando su mejilla.

Se veía tan preciosa, a pesar de estar sucia de sangre.

—Gracias... —murmuré. Ella me sonrió y se acercó.

Bien, dijo que no iba a lanzárseme.

Pero un beso estaría bien.

—Gracias a ti —Me susurró ella para luego besarme.

Dama de la noche [Los traidores #2] «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora