V. El pacto

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Carne de mi carne,

sangre de mi sangre,

latido con latido,

el pacto final que nos unirá...

por toda la eternidad


Ver a la Reina alterada, era siempre algo que me causaba gracia. Puesto que me gustaba verla molesta por decirle las cosas en cara, atreverme lo que otros por temor, no le han dicho.

Sí, estaba tentando a mi suerte, y en cualquier momento ella iba a irritarse tanto que iba a terminar matándome. ¿Pero qué importaba ahora? Si ella no estaba alterada por mi culpa, sino, por aquella noticia que también me dejó paralizado a mí.

Y es que ver aquella escena que Frank le mostraba hacía temblar a cualquiera: cadáveres en forma de lobo y otros humanos. Adultos y niños, todos cercenados sobre charcos de sangre.

Tal y como describió el mismo Frank en el libro.

Esto es sin duda obra de la Dama —confirmó Frank del otro lado con una mirada fría. Y sin duda era cierto, esta escena era tan parecida a la masacre del Norte también. Aquella que yo había presenciado—. Esto se está saliendo de control, Marie. Caillic comenzó a atacar, y ya nadie podrá detenerla. Las otras manadas y Clanes del lugar comenzarán a notarlo pronto. Debemos reubicarlos.

La Reina no dijo nada, sus manos temblaban y hacían que ondeara la pantalla que ella había creado con su magia.

—¿Sobrevivientes? —preguntó la Reina a lo cual Frank se negó. Marie asintió, tragó en seco e hizo desaparecer la pantalla. La imagen aún estaba grabada en mi cabeza, razón por la que me estaba frustrando yo también.

Si Caillic había comenzado a atacar, no era nada bueno. Eso quería decir que ya Margot tenía el control absoluto en el cuerpo de Opal.

—Esto es malo, muy malo —murmuró ella—. Podrían darse cuenta... nuestro secreto...

—¿Qué quieres decir? —pregunté bastante confundido, pero la Reina decidió ignorarme.

A decir verdad, el comportamiento de ella era bastante extraño. No comprendía qué tenía que ver nuestro secreto, la forma en que nos ocultabamos con eso.

Digo, luego de la batalla de la reserva, en donde muchos murieron, nadie, ningún humano, se enteró de lo sucedido. La Reina y sus hechiceros se encargaron de modificar los recuerdos de aquellos humanos que conocían a los caídos en batalla, con tal de que no fuesen a recordarlos y preguntar por ellos.

Era bastante triste, a decir verdad, que evitaran que te recordaran después de tu muerte.

—Por eso hice la ley de híbridos —murmuró la Reina—. Mantenernos ocultos...

—Siempre me he preguntado algo —Traté de llamar su atención, puesto que lo último murmurado por ella había llamado la mía. La Reina giró para mirarme con una ceja levantada—. ¿Por qué es tanto su odio hacia los híbridos? Digo ¿Qué daño hacen?

—Son malos. Es todo —respondió ella, pero podía notar cierta incomodidad en su voz—. Los humanos son seres muy inferiores, sin poder alguno. Cuando un inmortal procrea con un humano, la criatura carece de muchos poderes de su parte inmortal. Así que ¿qué beneficio hay en tener en un ejército a un soldado débil? Además, si un humano procrea con una vampiresa, por poner un ejemplo, a la vampiresa no le pasa nada. Pero la criatura le pide más que sangre a su madre. Y su madre al no poder darle más que su sangre, la criatura sale perjudicada.

Dama de la noche [Los traidores #2] «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora