III. El otro traidor

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¿Quién es el traidor?

Aquel que no sigue las reglas,

aquel que por cualquier error es juzgado

Que por un descuido casi provocó una guerra.



«El máximo honor que podía poseer un hechicero, era tener el favor de su Reina y obtener el control total de un terreno, de un grupo de especies. De ser el líder de un lugar.

Pocos hechiceros tenían esa virtud, y era algo tan codiciado que había que cuidarse constantemente las espaldas.

Los hechiceros son engañosos, hasta con ellos mismos, y su poder es tan grande que su defecto es el confiar demasiado en él.

Confían en que tendrán fácilmente todo bajo control. Confían en que nadie podría superarlos.

Y cuando los engañan, cuando los superan, se dan cuenta que todo lo tenían bajo sus narices y que ya es demasiado tarde para remediarlo.»

—¡Maldición! ¿Cómo que desapareció el castillo? —exclamó la reina Marie, había frustración e ira en su voz

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—¡Maldición! ¿Cómo que desapareció el castillo? —exclamó la reina Marie, había frustración e ira en su voz. A veces, cuando los hechiceros llegaban a la hora de la cena para darle el informe a su reina, sentía que estaba en una película, y que podía comer crispetas mientras veía a la Reina perder sus cabales e insultar a su propia gente.

—Vaya fracaso, Frank —murmuré por lo bajo, pegando mis labios enseguida en la copa de sangre que los sirvientes de la Reina me habían traído. El hechicero me lanzó una mirada fulminante, la cual yo fingí ignorar.

—Lo siento mucho, mi Reina —se disculpó Frank volviendo a fijar su vista en la mujer—. De por sí el castillo de Caillic ha mantenido siempre una fuerte barrera de magia, la cual usted ni siquiera ha podido romper, ahora se perdió de nuestro radar.

» Es como si el lugar nunca hubiera existido. Parece magia infernal.

—Con lo del diario, nos damos cuenta que ella solía hacer un tipo de trato con un demonio llamado Balan... al parecer el trato era algo más que le dijera cosas.

—Manteníamos los movimientos de Caillic vigilados en ese castillo, ahora no sabemos en verdad dónde está.

—Deja ver si entiendo —interrumpí. Ambos hechiceros se giraron a mirarme—. Sabían en donde estaban Caillic y Opal... ¿Y no me dijeron nada? —la Reina Marie tan solo se encogió de hombros.

—Que hubiéramos sabido dónde estaba, no importaba —me respondió— ¿Qué ibas a hacer si no podías entrar al castillo?

—¿No se te ocurrió que tal vez la entrada era imposible para ustedes, pero no para nosotros? —la Reina rodó los ojos.

Dama de la noche [Los traidores #2] «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora