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Mátame, Emilio. Mátame.

Párteme, Emilio. Párteme.

Acábame, Emilio. Acábame.

Es el único mantra que puedo pensar cuando él me penetra de esa forma.

Estoy con el pecho apoyado sobre la mesa del camerino, mientras Emilio me mata en vida, me parte, me aniquila... Sus jadeos se escuchan por todo el lugar, sus manos sujetan fuertemente mis caderas y entierra sus uñas en ellas. Sus bolas golpean una y otra vez contra mis nalgas, dejando escuchar el sonido tan obsceno al toparlas.
Emilio jadea y no para de repetir que tan bueno es esto, que tanto le gusta. Gruñe y me pega en el trasero. Me penetra, me penetra y continúa penetrándome. Dios mío. ¿Cómo puede durar tanto? Tiene la resistencia de un caballo.

Yo me sujeto más a la mesa y soporto su virilidad acompañada de la rudeza. Emilio es un salvaje, pero ya me he acostumbrado. Mi ano duele y quema, pero yo no me quejo, ni digo nada al respecto. Con el pasar de los días, he aprendido que mi dolor pueda llegar a excitarlo aún más.

Desde ese día que caí en sus maquiavélicas redes y me dejé llevar por el deseo, he conocido el infierno. Así es, Emilio Osorio tiene palabra y cumplió su promesa. Me mostró cuán depravado puede ser, que tan lejos es capaz de llegar, cuán salvaje puede resultar y al verdadero demonio que habita en él. Emilio Osorio es un sádico, o eso quiero creer. Mejor eso a creer que está completamente loco.

Encaja sus dientes en mi espalda y me muerde. No una, sino varias veces. ¿Cuantas mordidas tengo ya? Cada día se me hace más difícil ocultarlas. Ya no puedo usar ropa corta o pegada. Emilio continúa golpeando nuestras intimidades hasta que siento sus calambres. ¡Por fin!

Envuelvo mi mano alrededor de mi miembro y comienzo a bombearlo para llegar juntos a nuestra meta final. Emilio suspira y cada estocada es más errática. Ya está en sus últimas penetradas. Sonrío y pego más mi cuerpo al de él, ayudándolo con un movimiento de caderas. Esto tiene que terminar pronto.

-¡Joaquín!-grita y llega al clímax.

Mi interior se aprieta y llena. Mi mano se empapa de mi corrida y Emilio sale de mí, dejándome muy adolorido.

-¿Tomas algo para resistir tanto?-pregunto e intento ponerme de pie correctamente.

Siento sus fluidos deslizarse por mis piernas. Menos mal que me quité el pantalón o hubiera terminado manchándolo.

Emilio me extiende el paquete de paños húmedos y me sonríe con desdén.

-Claro que no. Sólo tengo buen avance-dice egocéntrico y yo tengo ganas de darle una patada justo en el pene-¿Estás bien? Parece que no puedes caminar bien.

-¿Tú qué crees idiota?-farfullo y me siento con mucho dolor en el mueble.

Paso el paño húmedo por mi intimidad para limpiarme y noto en mi entrada una manchita de sangre.

-Otra vez me lastimaste.

Emilio se acerca y observa atentamente.

-Nunca te quejas. A decir verdad, me sorprende más tu resistencia. ¿No te duele?

-Obvio que sí-digo molesto.

-Nunca lloras, ni pides que me detenga.

Lo miro alzando una ceja.

-¡Cómo si fueras hacerlo!-bufo y me pongo mi bóxer y mi pantalón con cuidado-He aprendido a conocerte, Mailo. Si me quejo, me das más fuerte. Eres un puto demonio activo y lo mejor que puedo hacer es callarme y resistir hasta que acabes.

Deseo # 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora