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-¡Muy bien, Joaco! ¡Así, fantástico!-murmura Tom, el fotógrafo encantado- Baja la cabeza un poco más y mírame a mí. Penetrante, eso please-presiona una vez más el botón de la cámara y flashes cegadores golpean mi rostro-¿Podrías bajarte un poco más los lentes, por favor?-mordiendo mi labio inferior, lo hago-¡Perfecto!-más luces cegadoras-Solo unas cuantas más y ya estamos lis...

-Tom, me estás dejando ciego-gruño bastante fastidiado.

-Lo siento cariño, pero estos son gajes del oficio-pongo los ojos en blanco.

Sí, claro. "Gajes del oficio", lo entendería sino fuera porque odio con toda mi alma las sesiones de fotos. En el transcurso de año y medio que llevo trabajando para diversas revistas, diseñadores y marcas me he convencido de que el modelaje no es lo mío.

Si tan sólo pudiera dejarlo...

Suspiro y resisto la otra media hora de tortura que nos toma terminar la puta sesión fotográfica.

-Cariño, si sigues frunciendo el ceño de esa manera te saldrán arrugas prematuras-comenta Tom al aire cuando paso a su lado para cambiarme.

Lo asesino con la mirada. Estúpido.

-Te recomiendo también que uses una base con mayor cobertura, Joaquín-me mira fijamente con sus grandes ojos grises. Me quedo sin habla-Los moretones en tu cuello y mejillas aún son peligrosamente visibles-lo dice en un tono de malicia.

Apreté los puños y contuve mi primer impulso. Romperle toda la maldita cara operada a este tipo.

-¡Que te valga!-tiré los lentes de mil dólares que estábamos promocionando a la suela de sus zapatos-Si después de todo, tú lo editas a computador-inhalé varias bocanadas de aire-¡No me jodas, Tom! No estoy de humor para soportarte ahora-furioso, tomé mi bolso antes de salir del estudio azotando la puerta tras de mí.

Una vibración en mi celular me hizo saber que él ya estaba esperando por mí, aparcado unos metros más adelante, cómo es obvio. Tiré firmemente de un mechón de mi propio cabello y golpeé mi frente contra la pantalla del celular. Dios... Me está sofocando. ¿De qué sirve que tenga ahora un celular si el único que me puede llamar o mensajear es él?

Lo peor es que me cree tan tonto como para no darme cuenta de que le puso un rastreador. Cualquier otro mensaje o llamada que pueda llegar a mi dispositivo móvil, inmediata y directamente le manda la notificación a él. Lo comprobé cuando le revisé su celular y me percaté de que tenía una copia de mi historial de búsqueda y llamadas.

Tener este teléfono es igual a no tener nada, o tal vez sea similar a tener una cámara escondida en mis bolsillos o cartera, que monitorea todos y cada uno de mis movimientos.

Me está matando lento.

-Otra vez desquitaste tu mal humor con Tom-comenta Emilio cuando me subo al asiento del copiloto y me coloco el cinturón.

-Podrías decirle que deje de tocarme las bolas-respondo furioso.

-No creo que te toque las bolas, bebé. Pasiva con pasiva no pega ni con cola-ríe de su propia broma.

Lo cacheteo.

-¡Grandísimo imbécil!

-Mierda, Joaco-masajea su mejilla roja-Te gusta despertar a la bestia temprano-sonríe sádico antes de clavarme el codo en la garganta y dejarme sin aire.

Toso.

-Te odio-siento que mis ojos arden y lucho por reprimir las lágrimas.

Hace mucho que me prometí no darle el gusto de verme llorar nunca más. Lo hice aquella vez cuando él volvió a profanar mi cuerpo y me tatúo su nombre en la cadera después de drogarme.
La rabia y la frustración que experimenté al despertar y sentir un extraño picor en mi piel, no se comparaba con nada. Me sentí igual de violado que aquella maldita noche cuándo él tomó mi cuerpo por la fuerza.

Deseo # 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora