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Afuera ha empezado a llover. Escucho perfectamente el golpeteo del agua contra la ventana y el azote del viento rozándola, eso más el llanto desconsolado de Emilio llenan la habitación y se convierten en el único ruido. ¿Cómo es que nos atrevimos a llegar a tanto? ¿A sobrepasar todos los límites de lo bueno y lo correcto? Somos unos totales y completos depravados enfermos. Merecemos el infierno, aunque creo que ya estamos en él. Giro la cabeza y muevo mis extremidades apaleadas. Me encuentro acostado en un charco de sangre y me sorprende que no me importe embarrarme. A estas alturas, todo me da exactamente igual. No hay marcha atrás, el daño ya está.

Emilio envuelto en un manto rojo líquido me mira con ojos suplicantes, añorantes y que harían pensar a cualquiera que él es la víctima. Nuestras miradas conectan y juro que se me pasa por la cabeza matarlo ahora que está débil y lastimado. Su hemorragia anal no ha parado y eso formula una sonrisa anormal en mis labios. Al menos me he vengado. Le hice lo mismo que él me hizo. Lo violé como él me violó a mí y a... María. Cierro los ojos y pienso en ella. No está a salvo. Debe largarse del país cuánto antes. Estoy seguro que él buscará venganza. Y tal vez, ahora sí logre matarla. El cuerpo me tiembla y nuevamente se cruza por mi cabeza la idea de, de...

¿Podría hacerlo? ¿Podría acabar con
 su vida con mis propias manos? ¿Podría estrangularlo hasta que su hermoso rostro se volviera morado?

Morado. Mi color favorito.

Mi vista se enfoca en nuestra mesita de noche y el objeto corta punzante allí reposado capta notoriamente mi atención. Está llamándome, pidiendo ser usado, queriendo cortar piel blanca y provocar un final trágico. Si lo mato, este juego macabro se acaba. Recuperaré mi libertad y todo esto será un mal recuerdo. Ya no habrán más golpes, ni amenazas, ni humillaciones, ni restricciones, ni tampoco ese brutal y fabuloso sexo sucio que tenemos.

Ya no más sexo. El final del deseo anormal que nos tenemos. Y si eso es lo único que nos ata el uno al otro, vale la pena arriesgarse a cometerlo. Un solo crimen por todo lo que él ha hecho. Los demonios deben ser enviados de vuelta al infierno y Emilio Osorio es uno de ellos. Lentamente levanto la mano, alcanzando el cuchillo teñido de su propia sangre que ahora se encuentra seca.

Él se da cuenta.

-Hazlo-mi mano se congela en torno al mango. Miro hacia abajo-Debes matarme ahora, porque si no lo haces jamás volverás a tener una oportunidad como esta. Voy a recuperarme y entonces seguiré destruyendo todo a mi paso-sus rizadas pestañas batiéndose con tanta elegancia, empapadas por sus lágrimas saladas-Soy un monstruo, un demonio; soy todo lo malo y podrido que hay en este mundo. ¿No lo entiendes Joaco?-me miró directo a los ojos-Así vamos a terminar. Un día o una noche, uno terminará matando al otro, ya sea durante el sexo o en una discusión-mi corazón golpeó con fuerza la pared de mi pecho-Hay más probabilidades de que sea yo-una lágrima rodó por su hinchado pómulo-Sino me matas ahora, voy a matarte yo y no quiero matarte. Te amo demasiado.

Esas estúpidas palabras de nuevo. Esas mentiras cómicas e hirientes que me sacan de quicio. Esa crueldad tan bien disfrazada de ternura y amor de verdad. Lo odio. Lo odio tanto.

Envolví firmemente el cuchillo en mi mano y me subí a horcajadas encima de Emilio. Mis oídos zumbando, mi pulso disparado y una indecisión dolorosa martilleando mi cerebro colmado.

-Yo lo sé-reconocí en voz baja y quebrada. Emilio gimió de dolor cuando le apreté la garganta-Solo sabes lastimar y dañar, y violar... Eres un maldito mentiroso y un psicópata-mis uñas enterradas en su piel pálida-¡Mira lo que me haz hecho! ¡En lo que me haz convertido!-lo cacheteé con mi otra mano. Emilio lloró con una mueca de dolor-¿Qué clase de otro enfermo soy yo? Te he cogido y ha sido espectacular. Mientras te penetraba, sólo deseaba que te callaras, que dejaras de moverte y que...-me quebré finalmente-Dejaras de respirar para siempre-dije en un hilito de voz.

Deseo # 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora