8(Sacrificios)

798 87 13
                                    

Euri

Una manta cubre mi cuerpo hasta debajo del mentón, pero aún estoy temblando y tengo frío. Algo húmedo se posa sobre mi frente y el ardor tan intenso que engulle mis ojos, me hace preguntarme qué puede ser eso para que me duela tanto. Mis músculos pesan y parecen dolerme con el más mínimo movimiento de mis dedos, el chocar de mis dientes uno contra el otro parece que nunca va a menguar, y estoy comenzando a asustarme. El saberme en desventaja, incluso posiblemente en peligro, deja un sabor amargo en mi boca. Aun así, con mis ojos irritados por la fiebre, analizo en dónde me encuentro. Sé que estoy en una habitación, una que no es mía y que incluso no me suena conocida de nada. También sé que me encuentro sola, y que, posiblemente, mi actual temperatura corporal no le llega a los talones a la que quizás sufrí anteriormente.

Tengo retazos de hace rato, en dónde me vi a mí misma gimiendo de dolor, incluso murmurando incoherencias debido a la altitud de la fiebre. Puedo darme cuenta, luego de analizar mejor mi entorno, que he estado en un tira y afloja de inconsciencia durante mi fiebre, hasta ahora, que soy más consciente de mí misma.

Puedo sentirme al tocar bajo mi mentón, en un punto en mi cuello, que me encuentro caliente. Pero estoy sudando la fiebre y eso es bueno, aún con ello, tengo un frío metido en mis huesos y parece que ser un cascanueces ya se volvió parte de mí, porque el temblar constante parece que nunca va a parar, parece no ser suficiente. Respiro hondo, parpadeando para acumular la humedad que necesito en mis ojos resecos, antes de mirar una vez más todo alrededor. Mi garganta quema a causa de la sed, pero no es impedimento para sentarme sobre el colchón aún con mis extremidades gimiendo. No entiendo el motivo por el cual estoy pasando mi malestar, pero puedo sacar conclusiones que, sin detallar mucho, me llevan a pensar que exponerme en muchas ocasiones a la nieve y su torrencial clima húmedo y frío, sean los causantes de mi enfermedad.

Me estremezco ante un estornudo, el sonido retumba por las paredes dos veces, y siento como mi nariz empieza a moquear un poco. Como puedo y sin el más mínimo asco, me limpio el exceso y trato de calmarme. Mis músculos duelen como nada, podría hasta jurar que un camión decidió confundirme por carretera y pasarme por encima unas cuantas veces, quizás justificándose con el hecho de que la nieve ha sido juguetona para cubrirme, e impedir que sea visible fuera de su capa fría y blanca.

Detengo mis pensamientos incoherentes debido a mi temperatura, y busco la manera de salir de la cama para llegar a la puerta. No sé cuál pueda ser la de la salida, tampoco sé quién pueda ser la persona que me mantenga en éste lugar. Pero no por ello, me reprimo a mí misma que debo cumplir mis necesidades; que justo ahora necesito un baño para orinar antes de hacerme pis encima.

Una vez fuera de la cama, el frío me estremece por completo, así que me abrazo fuerte. Me doy cuenta que visto únicamente mi ropa interior por lo que me altero y me cuestiono con más insistencia quién pudo haber sido. Me obligo a mí misma a intentar recordar.

Pero nada llega, no es hasta que entonces, una de las tres puertas que hay en la habitación, sea abierta y que, por ella, quien entre me deje consternada.

La miro en silencio, pero Madi no parece inmutarse mientras se acerca, con una bandeja cargada de comida en las manos, hasta dejarla sobre una mesita de noche junto a la cama. Finalmente vuelve su atención a mí, y posa sus manos en sus caderas antes de mirarme con reproche.

—Fue bastante estúpido lo que hiciste —Me reprende, con el ceño fruncido—. Bastante estúpido, pero ya estás mejor.

Sus palabras son mi flashback, porque comienzo a recordar lo demás. Luego de que hui cual posesa atontada, me permití llorar en medio del bosque, incluso me vi, literalmente, bajo una capa de nieve que me congeló entera. Fue así hasta que dieron conmigo, hasta que comencé una discusión sin sentido con Kail que me llevó a nada, en dónde mi mejor amigo intervino —con la nariz amoratada— y en donde otra discusión ondeó entre ambos personajes. Sin embargo, el resultado final fue verme sumergida por la inconsciencia. Pude incluso haber tenido una hipotermia o quizás sí la tuve y estaba rozando el punto que une la vida con la muerte, pero no estaba permitiéndome sentir algo aparte del amargo sabor de la traición.

The House of Sex: Intenta huir de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora