15(Llamas)

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Euri

Que me quiten las esposas es un alivio, pero no lo es tanto, cuando a unos metros de donde me encuentro, están mis padres. Mi madre caminando de un lado al otro, con una mano puesta justo a un lado de su cara, mi padre sentado en uno de esos fríos bancos de metal, con el rostro inclinado hacia al frente. En el momento que mi presencia resulta obvia, ambos vuelven su atención a mí y me escanean. El golpe de emociones me atraviesa, pero me siento más ligera al saber que no estuvieron en la casa cuando ocurrió lo que sea que haya pasado esta noche. Aun así, sus rostros no demuestran placer alguno. Puedo ver clara preocupación, pero ni un ápice de complacencia ante verme a mí en este estado.

La primera en avanzar hasta mí es mi madre, que se detiene a escasos metros de mí. Pienso que va a comenzar una represalia, pero me alivio al sentir el abrazo que con fuerza me da. Más calma invade mi pecho cuando mi padre se nos une, y permito que mis ojos se aneguen por segundos con lágrimas que reprimo. El abrazo es intenso, cargado de emociones fuertes que siento que en cualquier momento podré derrumbarme. Necesitaba esto, ahora que lo tengo, soy consciente de cuánta falta me hacía. Y ahora lo tengo.

— ¿En qué estás metida, Euri? —Entre el abrazo, escucho su reclamo, pero me refugio con más fuerza negada a apartarme. Necesito sentirme como su niña, necesito la protección de mis padres—. Maldición, hija, dime.

—No es nada...

— ¡Estás de nuevo aquí!

—Estoy saliendo, ¿ok? Estoy bien.

Mi madre niega, con mucha frustración. El ceño fruncido arrugando su cara. Retrocede un paso, para seguir analizándome con mayor detalle. Sus ojos van de mis pies a mi cabeza, y viceversa, para después mirar a mi padre.

—Queremos saber la verdad.

—No hay nada que saber.

— ¿Por qué no?

Bufo, sintiendo como la frustración sube una vez más por mi cuerpo. Me aparto un paso de ellos, para mirarles de hito en hito. En silencio, meto mis manos dentro de mi suéter luego de haberme colocado la capucha, y asiento como despedida.

—Fue bueno verlos.

Mi madre abre la boca para reprimirme, pero, y siendo muy grosera, avanzo para pasarla de largo. Me adelanto lo mejor que puedo, incluso logro salir de la comisaría antes de verme atrapada por su agarre. De forma brusca me hace girar, y yo reprimo una maldición.

Joder, esta mujer.

—Déjame ir.

— ¿Por qué estás actuando así? —Reprende, sujetándome con más fuerza—. Te desconozco.

— ¿Puedes soltarme, por favor?

—Euri...

—Mira, —la interrumpo, deshaciéndome de su agarre al fin—, lo que está sucediendo ahora, no debo decírtelo porque no tiene importancia —Hago una mueca encogiendo mis hombros con desinterés—, de hecho no importa, porque o sea, ya no importa, ¿vale? Así que deja que me vaya.

—Eres mi hija. No haré algo como eso cuándo te estoy viendo en malos pasos... quiero aconsejarte y cuidarte —su mano toma la mía, y siento lástima por lo que debo hacer—. Quiero estar para ti.

—No quiero que estés para mí —Mis ojos se llenan de lágrimas, incluso un nudo en mi garganta se aprieta con fuerza—. No lo quiero porque en donde estoy, no hay vuelta atrás.

—Podremos superarlo.

Suelto una risita con irritación.

— ¿En qué sentido? Porque no entiendo eso de superar las cosas cuando se trata de ti. —Doy un paso hacia ella, sintiendo frustración—. Por favor, entiende que ya no te necesito.

The House of Sex: Intenta huir de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora