3(Enemigo)

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Euri

Mis pasos son pasivos a medida que avanzo, mi labio inferior es machacado levemente por mis dientes y mi respiración parece que no para de acelerarse. Mis manos sudan, por lo que procedo a limpiarlas contra mis vaqueros desgastados. Lamo una vez más mis labios, mirando hacia mis espaldas, Kail aguarda junto a su HUMMER mientras hace algo que pocas veces le he visto hacer, su mano sostiene un cigarrillo, sus ojos escanean el perímetro y luego se posan en mí. Suspiro hondo, sabiendo que el problema que llegamos a tener está resuelto, pero el asunto no queda ahí del todo; ambos nos ocultamos cosas que, muy probablemente, nos llegue a lastimar en un futuro cercano, y la verdad no es que quiera averiguar qué tan dolorosa será.

Bajo la mirada hacia el suelo, mis zapatos se hunden entre la nieve a cada paso y crea un camino mientras camino hasta el porche de mi casa. Una vez frente a ella, dudo si tocar o no el timbre, pero no lo pienso mucho para no acobardarme. Con mi dedo pulso el botón, luego, espero...

Espero...

Espero...

La puerta es abierta en ése momento, y miro hacia los ojos del hombre que fue y siempre consideré mi padre a pesar de todo. Él apresa la madera entre su mano, mirándome de pies a cabeza, antes de mirar detrás de mí, hacia Kail. El mismo asiente con la cabeza en ademán de saludo, pero decide no acercarse a nosotros.

—Euri —Mi nombre entre sus labios sale como un susurro anhelante, y siento un leve pesar ante esa situación. El peso sobre mis hombros se intensifica y un nudo se aprieta en mi garganta, al compás del escozor en mis ojos.

—Hola, papá —Saludo, aunque sé que no es lo mismo—. Yo sólo quiero...

Las palabras mueren en mi boca cuando el hombre da un paso hacia mí, me jala de una mano y me envuelve entre sus brazos, en un cálido abrazo que me sienta bien y me hace suspirar. Acaricio con ternura su mejilla, notando como sus ojos se llenan de lágrimas.

—Dime que te quedarás —me pide, apretándome entre sus brazos, su rostro se entierra en la base de mi cuello, por lo que hago lo imposible para no llorar—. Por favor, Euri.

—No puedo... —Niego con la cabeza, alejándome un paso de él—. Es por el bien de mamá y el tuyo.

Sus cejas se fruncen en cuestionamiento, su boca se curva en una mueca, pero aun así, asiente con pesar.

— ¿En qué te has metido?

—En algo grave —medio me sincero—, pero no puedo decirte más. ¿Mamá no está?

Él niega, abriéndose a un lado para dejarme pasar. Echo una mirada sobre mi hombro a Kail, que aguarda por mí el tiempo que sea necesario. Luego, cruzo la puerta y me permito sentir la nostalgia que me crea el ambiente. Quisiera sentarme sobre el sofá y hablar horas con mi padre, porque no sé con exactitud cuánto tiempo será el que me mantendré alejados de ellos. Sé que hay posibilidades de que no los vuelva a ver jamás, y eso me llena de pesar y me crea un sabor desagradable en mi lengua. Pero debo adaptarme a ésta situación. Y esta es mi realidad y no hay nada que pueda hacer para evitarlo.

Suspirando, camino un paso hacia adentro y permito que mi padre cierre la puerta a mis espaldas. El mirar la casa y saber que nada ha cambiado a simple vista, me llena de nostalgia y los recuerdos, que en su mayoría son buenos, se asientan en mi mente. Un incómodo silencio se instala entre nosotros, ninguno de los dos dispuesto a romperlo.

—Vengo por... algo —Musito, acomodando mi mochila contra mi espalda. La idea es que saque del cuarto aquello que no deban ver, así que eso estaría muy bien para mí—, si puedo, claro.

The House of Sex: Intenta huir de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora