Indirectas

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Ni siquiera estoy seguro de si el mensaje estaba destinado a mí, pero en mi egocentrismo habitual lo interpreto como tal. Y esta vez no soy capaz de quedarme callado, automáticamente, respondo. Escribo todo lo que por tanto tiempo he mantenido bajo llave, deseando olvidarlo. Parafraseando a Mago de Oz, has vivido en soledad, rodeada de multitud. Nadie mejor que tú sabe lo que es enfrentarte a un problema sin ayuda de nadie, y salir tan airosa. Ni es la primera, ni será la última vez que lo hagas. Crees que nunca has estado sola, simple y llanamente porque no sabes lo que es estar de verdad con alguien. No tienes nada que demostrar a nadie, el que todavía no se haya dado cuenta de lo especial que eres es porque es ciego, necio o ambas a la vez.

El lejano ronroneo de un motor a lo lejos me sacude de la ensoñación. Y es que qué bonito sería haber enviado todo aquello que una vez sentí, cuando todavía era el momento. Excesivamente precavido, me podrías definir si quieres ser amable. Terror patológico al rechazo, te respondería yo. Cómo se agarra uno a lo poco que tiene que perder que le impide lanzarse a por todo lo que tiene que ganar.

Todas las buenas intenciones vuelven a quedar en eso, intenciones. Sonrisa, apagar el móvil, y seguir divagando, preguntándome si unos brazos me sujetarían en el supuesto de dejarme caer de espaldas. Y ahí está la respuesta. Ojalá no haber echado de menos esos brazos tantas veces ya. Con una espalda que bien conoce el suelo, uno se pregunta, ¿por qué intentarlo esta vez?

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