Capítulo Cuatro.

395 10 0
                                    

Zayn dejó bien claro a todos los presentes que Gianna le interesaba y que no estaba dispuesto a permitir que nadie los molestara.

Entre sus brazos, Gianna se sentía otra persona, se sentía nueva y renacida aunque, a la vez, más ella misma que nunca.

Al final de la noche, cuando la música se volvió más lenta, Gianna apoyó la mejilla en su hombro, aspiró su aroma y sintió como si estuviera bailando sin tocar el suelo.

No pudo evitar pensar que, si la besara, la noche sería perfecta. No pediría más, sólo un beso.

Sin embargo, cuando la fiesta terminó, Zayn acompañó a Samantha y a Gianna al taxi y se despidió con un cortés «buenas noches» acompañado de una leve caricia en la mejilla.

A Gianna no le dio tiempo de reaccionar y ya se había ido, no sin antes decirle que la iba a llamar.

¿Cómo?

¡No tenía su teléfono!

Zayn se obligó a seguir andando sin mirar atrás.

Tenía que controlarse.

No tendría que haberse acercado a ella jamás y, mucho menos, haberla tocado. Ahora, estaba hechizado y atrapado. Por no hablar de la excitación que se había apoderado de su cuerpo mientras bailaban y que ahora lo hacía estremecerse. Literalmente.

Se sentía como un adolescente que acabara de descubrir las delicias de un cuerpo femenino.

A cada canción que terminaba se había dicho que debía alejarse, pero no había sido capaz porque la sola idea de separarse de ella se le antojaba una tortura.

Por eso, no había sido capaz de despedirse con un beso. Si lo hubiera hecho, no habría podido dejarlo en un solo beso.

Su cuerpo habría demandado más, mucho más, allí, en aquel mismo momento.

¡Maldición!

Sin pensárselo dos veces, Zayn se sacó el teléfono móvil del bolsillo y marcó un número.

-¿Jessie? Perdona por molestarte a estas horas, pero necesito la dirección de Samantha Sanders, la chica que trabaja en Anchor Radio.

HUMILLACIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora