Capítulo Diez.

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¡No tendría que haber ido a Londres!

Gianna no podía dejar de decírselo una y otra vez a pesar de que había vuelto a la fiesta y estaba bailando, conversando y sonriendo.

Si se hubiera quedado en casa y no hubiera puesto un pie en la capital británica, su vida seguiría siendo tranquila y apacible.

Habría disfrutado en la boda de su hermano sin sentir pánico por la presencia de Zayn Malik.

¿Qué habría sentido de haberlo conocido allí? ¿Habría sentido aquella sensación tan fuerte en el corazón?

Sí, seguramente, sí.

-¡Ay!

Aquella exclamación de dolor sacó a Gianna de sus pensamientos y la hizo darse cuenta de que no estaba bailando tan bien como otras veces y que había pisado a su pareja.

-Lo siento, Mike -se disculpó.

-¿Qué te pasa? ¿No quieres bailar?  

-No, la verdad es que no.

En cuanto había vuelto a entrar en el castillo, había buscado la protección de Mike suponiendo que, si Zayn los veía juntos, no se atrevería a acercarse.

-Me parece que he bebido demasiado champán.

-Bueno, para eso son las bodas, ¿no? ¿Quieres que salgamos un rato fuera?

-Sí, aquí hace mucho calor.

Gianna era consciente de que Mike quería salir al jardín para estar a solas con ella, pero no le importaba.

En realidad, tal vez, fuera la mejor manera de olvidarse de Zayn Malik, que no paraba de mirarla.

Y, con un poco de suerte, tal vez, los besos de Mike la hicieran comprender que lo que había ocurrido en Londres había sido un error.

Con un poco de suerte, comprendería que lo que había sentido por Zayn no había sido para tanto, sino la explosiva combinación de hormonas, de estar en otro país y de haber bebido demasiado.

-Vamos entonces.

Mike la agarró de la cintura y la apretó contra él y Gianna lo dejó hacer e incluso apoyó la cabeza en su hombro y le sonrió.

A ver si así Zayn creía que tenía novio y se convencía de que lo de Londres no había sido importante y la dejaba en paz.

Con aquel propósito en mente, Gianna miró a Mike a los ojos como si estuviera completamente enamorada de él y lo acompañó fuera haciendo un gran esfuerzo para no volver la mirada atrás y ver la reacción de Zayn.

[…]

-¿Quién es ese joven que acompaña a Gianna Rossetti? -le preguntó Zayn al hombre con el que estaba conversando.

-Mike -contestó el otro invitado-. Mike Donovan.  Dicen que serán los próximos en casarse.

-¿Están prometidos? -exclamó Zayn. ¿Había estado jugando con él estando prometida con otro hombre? ¡Aquello era demasiado!

-No, oficialmente no -contestó su interlocutor-, pero, según mi mujer, eso sería lo que les gustaría a ambas familias y, por cómo se muestran ellos, tampoco parece que a los chicos les parezca una mala idea.

«No, desde luego que no», pensó Zayn una vez a solas.

Por eso Gianna se había comportado cómo lo había hecho al verlo. Estaba aterrorizada por lo que pudiera decir.

Aunque ella fingiera no conocerlo, él no podía dejar de recordarla y ahora, al verla abrazada al tal Mike, recordó cómo se había comportado con él.

Al hacerlo, Zayn sintió que se excitaba.

Gianna lo había tratado como si fuera el único hombre sobre la faz de la tierra y él, el muy idiota, se lo había creído.

Como le estaba haciendo ahora al otro idiota.

Sí, aquel Mike Donovan se iba a encontrar con una buena sorpresa, exactamente igual que él cuando, tras seducirlo y excitarlo, Gianna decidió no darle nada.

¿O, tal vez, a él sí se lo daría?

¡Maldición!

Aquella idea lo enfureció tanto, que tuvo que dejar la copa de vino que tenía en la mano en una mesa cercana por temor a romperla.

¿Acaso por eso no se había entregado a él?

¿Se habría acordado de su novio que la esperaba en Italia y se habría arrepentido de serle infiel?

Aquello hizo que Zayn atravesara la pista de baile en dirección al jardín. Un par de mujeres lo miraron y le sonrieron, pero él no estaba de humor para hablar con ellas.

Lo cierto era que no le había vuelto a interesar otra mujer desde que había conocido a Gianna Rossetti.

A pesar de que sabía que era hija del Lobo Feroz, no había podido controlarse porque lo había embrujado por completo y ahora no iba a permitir que se la arrebataran en sus narices.

«De eso nada», se dijo. 

HUMILLACIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora