Capítulo Tres.

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Zayn se había dicho que no se iba a acercar. Gianna Rossetti seguro que le acarreaba problemas. No debería acercarse a ella bajo ningún concepto, pero, por alguna extraña razón, no podía evitarlo.

Le había bastado con verla una vez para no poder dejar de pensar en ella.

Y lo había intentado.

Había intentado beber, pero el champán, de excelente calidad, no le había producido ningún efecto.

Había intentado flirtear y en aquella fiesta había mujeres realmente bellísimas, pero tampoco había surtido ningún efecto porque, mientras hablaba con ellas, veía el delicado rostro de Gianna Rossetti.

Había intentado mantenerse alejado del salón central, pero obviamente no lo había conseguido y se había encontrado entre la multitud, buscando un rostro en particular.

Cuando, por fin, lo encontró sintió un inmenso alivio.

-Ya veo que la exótica italiana no ha pasado desapercibida a tus ojos -le dijo alguien-. Es guapísima, ¿verdad?

Zayn suponía que había asentido y, de repente, sin haberlo decidido, se encontró cruzando el salón en dirección a ella.

Gianna lo vio llegar y lo miró a los ojos.

Zayn esperaba que en su rostro se volviera a operar el mismo cambio que antes, que lo mirara con frialdad, pero no fue así.

Gianna lo miró, más bien, tímidamente.

Zayn se sintió aliviado y preocupado a la vez.

Aliviado porque no lo fuera rechazar y preocupado al darse cuenta de que aquello ya no había quien lo parara.

Había tomado una decisión y le daba igual su madre o la familia de ella. Tenía que conocer a aquella mujer como fuera.

-Samy -la oyó murmurar mientras le apretaba el brazo a su amiga.

-Eres Gianna Rossetti, ¿verdad? -se oyó decir Zayn.

-Sí -asintió ella con voz trémula.

Al ver que iba hacia ella, Gianna había decidido que no lo iba a volver a mirar como antes porque lo cierto era que no quería que se volviera a ir.

Había intentado incluso sonreír, pero había sido demasiado, así que se había limitado a verlo avanzar hacia ella con decisión.

 La resolución que había visto en sus ojos claros y la soltura con la que andaba la habían dejado sin aliento y habían hecho que se le acelerara el corazón.

Al oír su voz, grave y maravillosa, un escalofrío le había recorrido la espalda, un escalofrío de deseo y atracción y, por absurdo que pareciera, oír su nombre en su boca le pareció lo más increíble del mundo.

Instintivamente, sonrió y obtuvo el premio de ver un brillo especial en sus ojos a modo de respuesta.

-Sí, me llamo Gianna Rossetti.

-Yo soy Zayn Malik. Eres la hija de Jean Rossetti, ¿no?

-Sí, así es.

Zayn dejó de sonreír un segundo y Gianna se dio cuenta de que había algo en él que la ponía en alerta, pero no sabía qué era.

Era como si Zayn estuviera controlándose, como si escondiera algo.

-¿Quieres tomar una copa? ¿Bailar, quizás?

-No creo que lo digas en serio -contestó Gianna ante la confundida mirada de Samantha.

Las palabras se le habían escapado sin querer.

-¿Por qué dices eso? -quiso saber Zayn con el ceño fruncido.

-Tengo la impresión de que... ¿Cómo explicarle? «Tengo una sensación muy extraña».

«Me da la impresión de que hay algo que no me estás diciendo».

«Hay algo en ti que me asusta».

No, imposible.

Zayn esperaba con paciencia y una sonrisa a que contestara.

-Antes... me ha dado la impresión de que...-comenzó Gianna.

-Antes me he comportado como un idiota-la atajó él-. Estaba de mal humor.

-¿Y ya, no?

-Ya se me ha pasado -contestó Zayn con una sonrisa radiante.

Aquella sonrisa hizo que Gianna se pusiera nerviosa y, al dar un paso atrás, perdiera ligeramente el equilibrio.

Zayn se apresuró a tomarla del brazo y Gianna se dio cuenta de que jamás había sentido una caricia más maravillosa.

-Sólo me autorizo a mí mismo a estar de mal humor una hora al año -bromeó-. Has tenido la mala suerte de pillarme en ese momento, pero no se repetirá.

-Por lo menos, en un año...

-Efectivamente, me quedan trescientos sesenta y cuatro días de buen humor. ¿Quieres bailar conmigo?

Gianna miró disimuladamente a Samantha, que, detrás de Zayn, le decía que sí enérgicamente con la cabeza.

-Está bien -accedió.

 Y, a partir de ese momento, la velada fue un sueño hecho realidad en el que bailaron y bailaron sin parar.

HUMILLACIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora