Tienes un cuarto de hora para cambiarte. A Zayn Malik no le había costado nada localizarla y no se había molestado en llamarla, no, se había presentado en casa de Samantha y la había invitado a cenar.
Bueno, no había sido una invitación sino, más bien, un ultimátum.
Después de haberse pasado toda la noche soñando con él y todo el día intentando no pensar en él, Gianna decidió que era perfectamente capaz de cambiarse de ropa y arreglarse en un cuarto de hora.
Así que se despojó de los pantalones vaqueros y de la camiseta que llevaba y se puso un vestido rosa de lunares blancos, un poco de sombra de ojos, un toque de máscara de pestañas y un poco de brillo en los labios.
Lista.
Claro que para el caso que le hizo Zayn cuando apareció, no tendría ni que haberse molestado porque lo único que parecía importarle era que se fueran cuanto antes para no tener que aguantar el obvio interés de Samantha.
-¿A dónde vamos? -preguntó Gianna una vez en el coche-. ¿A algún restaurante?
-No, a mi casa -contestó Zayn -. Un servicio de catering nos ha preparado la cena.
Gianna permaneció en silencio.
-¿Algún problema con ello? -quiso saber Zayn.
-No... no...
Gianna intentó sonar convincente, pero lo cierto era que estaba nerviosa. Aquello de ir a cenar a casa de un desconocido...
¡Si Samantha se hubiera enterado! Su amiga se había mostrado perpleja cuando Gianna le había confesado que no había tenido relaciones sexuales con ningún hombre.
¡No se lo podía creer!
-¿Pero no estás prácticamente comprometida?
-Bueno, a mi familia y a la de Miguel les encantaría que nos casáramos, pero Miguel no me lo ha pedido y yo no le he prometido nada -le explicó Gianna.
-Y no te has acostado con él...
-No, lo cierto es que... Mike no me atrae sexualmente, ¿sabes? Por suerte, de momento, se ha conformado con besos y abrazos -había contestado Gianna.
-Pues ya puedes ir olvidándote de que Zayn Malik se conforme con eso -se había reído Samantha.
Gianna sonrió con picardía al recordar aquella conversación pues lo que su amiga no sabía era que ella estaba no dispuesta a conformarse con besos y abrazos en el caso de Zayn.
Entre sus brazos mientras bailaban había experimentado un profundo deseo, un deseo que Miguel jamás le había producido, un deseo que había hecho que sintiera una aguda punzada en el bajo vientre y un cosquilleo maravilloso entre las piernas.
Ahora entendía lo que era desear a un hombre ardientemente.
-¿Por qué sonríes? -quiso saber Zayn.
Aquella pregunta sorprendió a Gianna, que estaba convencida de que Zayn estaba pendiente del tráfico.
-Te gustaría saberlo, ¿eh? -bromeó.
-Estoy dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para averiguarlo.
-¡Maravilloso!
Gianna estaba asombrada de cómo, de repente, se había vuelto una mujer que sabía flirtear.
Miró a Zayn de reojo y sintió una sensación extraña en el estómago. Era como si tuviera una botella de champán burbujeante dentro.
Y sabía lo que era.