Aquello de «a la mañana siguiente» era mucho más fácil cuando realmente era a la mañana siguiente.
Zayn se pasó la mano por el pelo y se quedó mirando el techo pintado de blanco intentando no volverse loco ante la cantidad de preguntas que se agolpaban en su mente.
Si fuera de noche, se quedarían dormidos después de semejante esfuerzo y durante el sueño sus mentes se recuperarían, se ajustarían y aceptarían lo que había pasado.
Así, se despertarían juntos y juntos pensarían en lo que había sucedido la noche anterior y decidirían qué hacer.
Pero esa ocasión no era así.
Para empezar, la mujer a la que le había hecho el amor no era una de las criaturas sofisticadas con las que solía salir en Londres y otras ciudades del mundo.
Era Gianna, la adorada y mimada hija de la familia Rossetti.
La hija de Jean Rossetti.
Y era virgen.
Ante aquel pensamiento, Zayn no pudo evitar moverse incómodo y, al hacerlo, Gianna, que estaba apoyada en su otro brazo, también se movió, murmuró algo, suspiró y volvió a quedarse dormida.
Zayn la miró y se dio cuenta de que estaba muy tranquila. No sabía con qué estaría soñando, pero era obvio que estaba feliz.
Tenía una expresión serena y relajada en el rostro e incluso parecía que aquella boca sensual que con tanta entrega había besado estuviera sonriendo levemente.
¿Seguiría sonriendo cuando se despertara y recordara?
-¿Gianna?
Zayn no estaba muy seguro de querer despertarla, pero tenían que hablar aunque no sabía a ciencia cierta qué le iba a decir.
-Gianna...
-Mmm...
Gianna no parecía muy dispuesta a despertase y Zayn se dijo que, quizás, fuera mejor así porque no se fiaba de sí mismo en aquellos momentos.
¿Al fin y al cabo quién era Gianna Rossetti?
¿Era la mujer provocativa que lo había excitado sobremanera y lo había dejado plantado en su casa o aquello había sucedido porque se había puesto nerviosa porque era la primera vez que se iba a acostar con un hombre?
Claro que también estaba la Gianna con la que se había encontrado en la boda de Ronan, aquella que decía que no lo conocía de nada, aquella que era Rossetti de pies a cabeza, fría y distante, arrogante y despectiva.
Aquella era la Gianna que le había dado a su amiga aquel mensaje terrible.
«No le apetecía seguir perdiendo el tiempo contigo».
Si a Gianna no le apetecía seguir perdiendo el tiempo con él, ¿qué demonios hacía en su cama en aquellos momentos?
Porque Zayn tenía muy claro que para él había sido el mejor episodio de sexo de su vida, el más apasionado. No le importaría repetirlo una y otra vez.
-Gianna...
Se estaba haciendo tarde.
-Gianna, despierta.
-¿Mmm?
Gianna se estiró e intentó meter la cabeza debajo de las almohadas.
-No, de eso nada -le dijo Zayn-. Venga, bella durmiente.
-No... -murmuró Gianna.
-Gianna... señorita Rossetti... -insistió Zayn acercándose a ella-. Ha llegado el momento de enfrentarse a la realidad.