Capítulo Siete.

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La carta estaba sobre el piso, cerca de la entrada, cuando Zayn llegó a casa tras una dura y enloquecedora jornada de trabajo.

Había sido una jornada de trabajo tan dura y enloquecedora que ni siquiera la vio y, de hecho, la pisó.

Al oír el chasquido del elegante sobre color crema, se dio cuenta.

-Maldita sea.

Lo único que quería era tomarse una copa y darse una buena ducha de agua caliente para relajarse, pero supuso que sería mejor lidiar con el sobre cuanto antes.

Así que lo recogió y miró el remite.

Aquello lo hizo maldecir en voz alta.

¡Una carta de Italia era lo último que necesitaba en aquellos momentos!

Una carta de Italia le hizo pensar en la pérfida Gianna Rossetti y en su manipuladora familia.

Excepto Ronan, por supuesto.

Él no era así. Precisamente, la carta era suya. Sin embargo, no estaba de humor para leer una carta de Ronan.

Necesitaba desesperadamente una ducha para intentar borrar aquel aciago día de su memoria.

-Lo siento, tal vez, luego.

Zayn dejó que el agua hirviendo resbalara por su cuerpo durante un buen rato, pero no le sirvió de nada.

No podía olvidar aquel terrible día y el insulto final que lo había puesto del humor de perros en el que se encontraba. Al contrario.

Lo que ocurrió fue que se puso a pensar y a recordar y terminó apretando la mandíbula y escaldándose con el agua.

No se encontraba así de mal sólo por aquel día.

No, todo había comenzado el día en el que había permitido que Gianna Rossetti se le colara en el corazón.

Zayn cerró el grifo del agua y salió a su habitación. Le pareció estar viéndola. Le pareció aspirar su perfume, tal y como le había pasado la noche anterior al volver a la cama. ¡Solo!

No había dormido, por supuesto. ¡Maldita mujer! «Como le ponga las manos encima...».

Cuando había vuelto al dormitorio tras la casi infructuosa y enloquecedora búsqueda de la caja de preservativos, había creído enloquecer.

Había salido de la habitación dejando a Gianna tumbada sobre la cama con el pelo extendido sobre la almohada y las piernas abiertas sobre la colcha azul.

Estaba para comérsela con el vestido bajado hasta la cintura dejando al descubierto los pechos y la falda subida.

Por no hablar de sus labios hinchados de tanto besarlos, de su cara sonrosada y de sus ojos llenos de pasión.

Por supuesto, Zayn se había ido convencido de que la iba a encontrar allí donde la había dejado, pues creía que lo deseaba tanto como él la deseaba a ella.

Cuando ya lo daba todo por perdido porque no encontraba la caja de preservativos, los había visto en un pequeño cajón y había suspirado aliviado.

Había vuelto a toda velocidad al dormitorio, pero, nada más entrar, se había dado cuenta de que algo iba mal.

Lo primero que lo había sorprendido había sido el silencio.

Luego, el vacío.

Se había quedado mirando la cama, incapaz de creer lo que estaba viendo.

-¿Qué demonios...? -había exclamado-. ¡Gianna! Gianna, ¿dónde estás?

Como un idiota, había mirado en el baño por si se estaba lavando la cara o algo, pero al ver que no estaba por ninguna parte, por fin, tuvo que asumir que se había ido.

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