Capítulo Dieciséis.

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Zayn estaba junto a la ventana del salón de la casa de Ronan con una taza de café en la mano.

Dentro de unas horas, haría bastante calor y las calles se llenarían de gente y de ruido, pero, por el momento acababa de amanecer, todo estaba tranquilo y él tenía tiempo de pensar.

En Gianna.                        

Era lo único en lo que podía pensar.

Llevaba días pensando en ella.

No era capaz de apartarla de su mente.

Aquella mujer lo intrigaba, pues no había terminado de entenderla. Era como intentar diseccionar el arcoiris. Gianna se le escapaba entre los dedos y lo dejaba con una hilera de imágenes indefinibles e intangibles que lo enfurecían.

Cuando se había inventado lo del compromiso, había creído que iba a tener la oportunidad de conocerla de verdad, pero Gianna estaba más distante que nunca.

Era como un diamante maravilloso, brillante y precioso, pero con una personalidad tan compleja y un carácter tan difícil de entender que Zayn se sentía perdido.

No había avanzado en absoluto.

En ese momento, oyó el motor de un coche que se acercaba.

Por lo visto, no era la única persona despierta en Roma a aquellas horas.

Al instante, volvió a pensar en Gianna y se preguntó por qué no podía olvidarse de ella, como había hecho con otras mujeres.

No podía.

Sin más.

No podía alejarse de ella y, aunque lo hiciera, jamás podría dejar de recordarla. La deseaba como jamás había deseado a otra mujer en su vida y su frialdad no hacía más que acrecentar aquel apetito acompañándolo de frustración.

Maldición.

Él no se había rendido jamás ante ninguna adversidad.

Tal vez, si Gianna hubiera pasado aquella noche con él en Londres, si se hubiera acostado con ella, si la hubiera conocido íntimamente, habría podido solucionar el rompecabezas del efecto que tenía sobre él, habría podido aplacar el apetito que despertaba en él.

De haber sido así, habría podido seguir con su vida y haberse olvidado de ella.

Sin embargo, al haber desaparecido tal y como lo había hecho, lo había incitado sobremanera y Zayn era consciente de que no volvería a ser libre hasta que no se hubiera acostado con ella.

¿Y cuando la tuviera en su cama?

¿Qué haría entonces?

Bueno, iba a tener que esperar a que se produjera la situación para obtener la respuesta.

De lo que no le cabía la menor duda de que, probablemente, Gianna sería tan maravillosa en la cama como había soñado él durante todas aquellas noches sin dormir.

Soñaba a menudo que estaba en su cama, entre sus sábanas, que la desnudaba, que la besaba, que la acariciaba, que sus manos se deslizaban por sus pechos y...

-Maldita sea -murmuró Zayn furioso al sentir que los vaqueros, la única prenda que llevaba, le apretaban.

Siempre que pensaba de aquella manera en Gianna no podía evitar excitarse.

-¡Esto tiene que terminar! De no ser así, se iba a volver loco. En aquel momento, mientras volvía a la cocina para dejar la taza, llamaron al timbre.

-¿Quién será? -se preguntó en voz alta.

Zayn consultó el reloj y vio que era muy pronto.

No sabía si la visita sería para él o para Ronan, pero era consciente de que una visita a aquellas horas tan intempestivas de la mañana sólo podía significar malas noticias.

-¡Tú! -exclamó al abrir la puerta.

Por su aspecto, parecía que Gianna tampoco había dormido mucho y, a juzgar por cómo iba peinada, que había salido de casa a toda velocidad.

Aun así, le parecía la mujer más bella que había visto en su vida.

-¿Qué demonios quieres? -le preguntó de manera agresiva.

Lo cierto era que lo había pillado por sorpresa y se sentía incómodo.

-Tenemos que hablar -contestó Gianna.

«No, de eso nada», pensó Zayn devorándola con la mirada. «Lo que tendríamos que hacer es acariciarnos, tocarnos y sentirnos. Lo que tendríamos que hacer sería abrazarnos y besarnos hasta volvernos locos los dos».

¡No, no y no!

No podía permitir que su mente tomara aquellos derroteros.

A no ser, claro, que por un sorprendente milagro, Gianna se hubiera presentado en su casa con esa idea después de haberse dado cuenta de que, aunque lo había intentado, no era capaz de vivir sin él...

- Zayn, ¿me has oído? Tenemos que...

-Sí, sí... tenemos que hablar.

Haciendo un gran esfuerzo, Zayn consiguió controlarse y no seguir pensando en el bello cuerpo de aquella mujer que tenía ante sí.

-¿De qué quieres que hablemos?

-No creerás que vamos a hablar aquí en la calle, ¿no? -exclamó furiosa.

-Ah, ¿quieres que hablemos en privado? Por mí, encantado -se burló Zayn haciéndole una señal para que entrara.

Gianna así lo hizo.

-Bueno -dijo Zayn cerrando la puerta y apoyándose en ella con los brazos cruzados-, ¿de qué quieres que hablemos exactamente?

 -Yo... yo... -contestó Gianna visiblemente consternada.

-Tú has dicho que querías hablar, así que habla.

Gianna parecía dudosa de hablar, pero, al final, tragó saliva y se lanzó.

-Quería hablar contigo para ver si podríamos llegar a algún tipo de arreglo.

-¿De verdad? ¿Y qué tipo de arreglo tenías pensado?

HUMILLACIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora