Capítulo Ocho.

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El día de la boda de su hermanastro había comenzado estupendamente, pero el evento se estaba convirtiendo en una pesadilla.

Gianna intentó cruzar el salón donde se estaba celebrando el banquete sin que la viera un hombre en particular.

El último hombre sobre la faz de la tierra al que hubiera esperado ver allí.

El último hombre sobre la faz de la tierra que habría querido volver a ver.

Y justamente ahora que había empezado a creer que estaba olvidando lo que había ocurrido en Londres. ,

Se había divertido muchísimo ayudando a su futura cuñada a vestirse para la boda, pero todo se había tornado negro cuando se había dado cuenta de que Zayn Malik estaba allí.

Al verlo, había sentido como si un rayo le atravesara el corazón, un rayo que le había hecho recordar una humillación que no quería recordar.

-¿Por qué te interesa tanto el inglés, hermanita? -le preguntó su hermano Drew sonriendo con picardía-. No me digas que...

-¡No!

Gianna estaba observándolo desde detrás de una columna y la interrupción de su hermano la había sacado de sus pensamientos.

-No, claro que no me gusta -continuó intentando calmarse.

Gianna no quería que nadie supiera lo que sentía, ni siquiera su adorado hermano.

-Lo que pasa es que... bueno, me estaba preguntando quién era porque... bueno, en fin, un inglés en una boda italiana... No me lo esperaba.

Al menos, aquello último sí que era verdad.

-Es un amigo de Ronan -le explicó Drew-. Es un as de las telecomunicaciones en Inglaterra. ¿Quieres que te lo presente?

-No, gracias.

No, no tenía ningún interés en que le presentaran al Diablo, tal y como lo había bautizado ella en su mente.

Sí, el Diablo del Jardín del Edén que le había arrebatado la inocencia como si le hubiera hecho el amor aquella noche.

Gianna sintió un estremecimiento al recordar cómo se había dejado llevar, cómo se había comportado con él.

Y lo peor había sido lo que había pasado después.

Cuando, tras un buen rato corriendo, se había calmado, se había dado cuenta de que Zayn no era un monstruo.

Entonces, había decidido que lo mejor era hablar con él y había vuelto a su casa. A pocos metros de la puerta, había visto que llegaba un taxi y que de él se bajaba una mujer alta y rubia que llevaba una maleta.

Gianna había observado horrorizada cómo la mujer se sacaba las llaves del bolso y abría la puerta.

-¡Zayn, ya estoy aquí! -había dicho cerrando la puerta-. He salido un poco antes del trabajo y he venido a verte corriendo, cariño. Te necesito. ¿Me has echado de menos?

Aquello ya fue lo último.

Entonces sí que había corrido con todas sus fuerzas.

Por suerte, al poco rato, había encontrado un taxi y había vuelto a casa de Samantha, donde había vomitado su enfado y su tristeza.

Zayn la había utilizado como una distracción pasajera mientras su novia estaba fuera de viaje-

Y ella había caído en sus brazos como una ingenua y una idiota. Menos mal que, en el último momento, el recuerdo de su madre le había hecho recuperar la cordura.

Se había dicho que, con el tiempo, todo quedaría olvidado, así que había intentado mantenerse ocupada y no recordar aquella noche.  Mantenerse ocupada había resultado relativamente fácil, ya que la inesperada boda de Ramón había necesitado de la ayuda de toda la familia.

Gianna estaba muy agradecida a aquella boda que la había mantenido entretenida y le había impedido pensar en Zayn.

Hasta aquel día, cuando había llegado a la iglesia y lo había visto.

Había creído morir.

Aunque le temblaban las piernas, si hubiera podido, habría salido corriendo, pero era imposible.

Lo único que podía hacer era rezar para que no la viera y se fuera pronto.

Lo malo era que Diana y Ronan se iban a despedir de los invitados para irse de luna de miel y Gianna no tenía más remedio que salir al jardín a decirles adiós.

Al principio, todo fue bien.

Gianna consiguió confundirse entre la multitud mientras avanzaban por los pasillos del castillo de los Medrano en dirección a los jardines, pero, en el último momento, antes de montarse en la limusina, Diana la llamó a su lado.

-Quiero darte un abrazo antes de irme -le dijo.

Horrorizada, Gianna no tuvo más remedio que abrirse paso entre los invitados y abrazar a su cuñada. Todos estaban pendientes de ella.

-Pórtate bien en mi ausencia -había sonreído Ronan.

Cuando se hubieron ido, Gianna se giró y lo vio.

Sí, allí estaba Zayn, apoyado en una pared, con los brazos cruzados y mirándola, como la primera vez que se habían visto en aquella fiesta en Londres.

La estaba mirando intensamente, como entonces.

Gianna sintió que el corazón se le desbocaba, pero, gracias a Dios, su familia se reunió con ella.

Su hermano Jonathan con su esposa embarazada se interpuso entre ella y el hombre que la observaba y también aparecieron Drew, su mujer, Louise, y su pequeña hija y, cómo no, también su padre.

Todos dijeron adiós con la mano a la pareja que se iba y, cuando el coche se perdió de vista y Gianna volvió a girarse, Zayn Malik había desaparecido.

Gianna suspiró aliviada y se apoyó en el brazo de su padre.

A lo mejor, no la había reconocido.

¿Por qué iba a acordarse un hombre como Zayn de una mujer como ella?

O, quizás, lo que Samantha había improvisado y le había espetado cuando había aparecido en su casa había surtido efecto.

«Gianna me ha dicho que te diga que, dada la fama que tienes, se esperaba algo mejor de ti. Lo cierto es que no estuviste a la altura de las circunstancias, así que no le apetecía seguir perdiendo el tiempo contigo».

A lo mejor, había conseguido librarse de él.

-Gianna... -¡Aquel acento!

-Gianna.

¡Oh, no, por favor, no!

HUMILLACIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora