Capítulo Nueve.

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Zayn la vio en cuanto Gianna puso un pie en la iglesia.

¿Cómo no verla cuando su recuerdo llevaba semanas atormentándolo?

No había conseguido olvidarse de ella, pero tampoco esperaba sentirse tan atraído por ella al volverla a ver.

No sabía qué sentimiento corría con más fuerza por sus venas, si el apabullante deseo físico o la descontrolada rabia.

Zayn la había visto entrar y avanzar por el pasillo de la iglesia, ataviada con un precioso vestido color azul cielo e incluso le había parecido captar su perfume cuando había pasado a su lado, sin saber todavía de su presencia.

No pudo evitar recordar la noche en la que se habían conocido y en cómo, nada más hablar con ella, había quedado prendado por sus encantos y lo único en lo que había sido capaz de pensar había sido en llevársela a la cama.

Al instante, se la había imaginado desnuda, le había parecido estar ya acariciando su piel aterciopelada y aquello mismo le estaba sucediendo ahora, en la iglesia.

De repente, se dio cuenta de que Gianna iba del brazo de un hombre con el que parecía tener mucha confianza a juzgar por cómo se hablaban.

No era ninguno de sus hermanos pues Jonathan y Drew estaban junto a Ronan en el altar, esperando a la novia.

Zayn tuvo que hacer un gran esfuerzo para controlar la ira que amenazaba con apoderarse de él al ver a Gianna con otro hombre.

De alguna manera, consiguió dejar de mirarla y comportarse durante toda la ceremonia y buena parte de la celebración aunque la lucha que estaba teniendo lugar en su interior hizo que le resultara imposible probar bocado y que el vino tinto que tomó se tornara veneno en su estómago y no hiciera más que hacérselo ver todo todavía más negro.

Durante la comida, la había visto sólo una vez y, por supuesto, con el mismo hombre. Zayn se había apresurado a apartar la mirada.

No quería estropearles el día a Ronan y a Diana, pero, cuando se hubieran ido, Gianna Rossetti y él iban a tener una conversación muy seria.

 La oportunidad se presentó cuando la limusina que llevaba a los recién casados al aeropuerto desapareció y los invitados, que habían salido a despedirlos, volvieron a entrar en el castillo, charlando y riendo.

Y la última persona en entrar fue ella.

-Gianna...

Al principio, Zayn creyó que no lo había oído, pero entonces se dio cuenta de que había aminorado el paso.

-Gianna -repitió agarrándola del brazo.

Gianna se giró y lo miró con los ojos muy abiertos.

Durante unos segundos, su rostro reflejó sorpresa y en sus ojos hubo un destello salvaje, pero logró controlarse rápidamente y disimular.

En un instante, era otra mujer, una mujer que no tenía nada que ver con la fémina con la que Zayn había estado a punto de compartir cama.

Aquella Gianna era una mujer caliente y apasionada mientras que la Gianna que lo miraba ahora era fría como el hielo.

Era la misma arpía que lo había mirado con desprecio la primera noche.

-¿Nos conocemos?

A otro hombre lo habría engañado pues lo había dicho en tono muy convincente, pero él era un hueso duro de roer.

Había visto cómo lo había mirado y se había dado cuenta de que, por muy bien que disimulara, lo deseaba tanto como él a ella.

-¿Lo dices en serio? -contestó con incredulidad.

-Por supuesto -contestó Gianna levantando el mentón en actitud desafiante-. ¿Te conozco?

-Sabes perfectamente que sí.

-No, me parece que me has confundido con otra persona -sonrió Gianna-. Ha debido de haber un malentendido.

Zayn no se dejó engañar.

-No, no hay ningún malentendido y los dos lo sabemos perfectamente -insistió-, pero si necesitas un recordatorio...

Zayn llevaba pensando en aquel momento desde que había hecho la maleta y aquella mañana había tenido mucho cuidado de no olvidarse de meter en el bolsillo de la chaqueta la prueba fehaciente de su aventura.

Había llevado consigo las braguitas que Gianna había olvidado aquella noche en su casa de Londres.

Zayn se las sacó del bolsillo y abrió la mano un poco ante ella para que Gianna viera lo que era, pero la apartó rápidamente, antes de que tuviera oportunidad de arrebatárselas.

Aquello era lo que esperaba.

Gianna ahogó una exclamación de sorpresa y palideció. Acto seguido, intentó decir algo, pero no pudo.

Estaba a punto de intentarlo de nuevo, tras tragar saliva, cuando apareció un hombre alto y moreno.

Su padre.

-Gianna, ¿vienes? Te estamos esperando...

Al oír la voz de aquel hombre que se lo había hecho pasar tan mal a su familia, Zayn no pudo evitar que la furia se apoderara de él.

¿De tal palo tal astilla?

Seguro que sí.

-Ya voy, papá -contestó Gianna. La interrupción había permitido que recuperara la compostura.

-Perdón, pero me tengo que ir -se excusó.

Y, acto seguido, se giró y se fue.

Zayn se quedó mirándola caminar con la cabeza bien alta, muy digna, y esperó que mirara atrás, pero no lo hizo.

Efectivamente, de tal palo tal astilla.

«Esto no ha terminado», se prometió Zayn a sí mismo.

A lo mejor, Gianna se creía que fingiendo que no lo conocía podía poner fin a aquella historia, pero se equivocaba.

Para empezar, a Zayn le gustaba tanto, que no era capaz de olvidarse de ella y, además, tenían muchas cosas pendientes.

Lo que se había iniciado en Londres terminaría única y exclusivamente cuando él así lo decidiera.

HUMILLACIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora