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Jack

— Bueno, el color rojo es bonito.

Fruncí el ceño disgustado.

— Dess yo creo que...

— Las sillas deberían ir en ese lugar.

— Vale.

— La mesa...

¡Gracias al cielo! Dess dejó de hablar, por las puertas ruidosas del gimnasio que se abrieron dramáticamente. Ni siquiera tuve que voltear a ver, para saber quien era.

— Ups —se escuchó el eco.

Y la contraparte no se hizo esperar.

— Agh Finn la próxima vez hazlo con más cuidado —reclamó Dess con ganas de arrancarse los cabellos. Pero la conocía y sabía que tenía tanta paciencia y no tenía la costumbre de estresarse tan fácil.


— Sí, lo siento, ya sabes, que no es el mejor día de la semana y...

— ¿Verdad que la mesa debería ir de color rosa?

El color abandonó el rostro de Finn.


— Sabes Dess yo...


Pero era muy tarde. Dess tomó por los hombros a Finn y lo guió por todo el gimnasio señalando dónde podría cada decoración y todo eso.

Tenía una "conferencia", con algunos maestros y alumnos, aparte de los arquitectos que la escuela había contratado para escuchar las grandiosas ideas de mi novia.


Volví a mirar a aquellos dos y después de segundos, se acercaron.

— Bien, debo irme —dijo Finn fastidiado.

Asentí con la cabeza.

Sabía perfectamente que estaba bajo la resaca y supongo que él me había visto demasiado tonto. Llevábamos media vida conociéndonos y él seguía creyendo que tenía todo bajo control.

— Vamos Dess —hablé tomándola de la mano u dirigiéndola hacia afuera del gimnasio.


— Pero...

— Venga vamos, has dejado las indicaciones por escrito. Tenemos que repasar tus líneas.

— Ella no tuvo más opción que seguirme.


                                   ***

Llevo más de 20 minutos escuchando a Dess hablar y todo lo que sale de su boca es sensato. En mi vida me habría imaginado que tendría una novia así de inteligente. No aspiraba a mucho y eso quería decir que no aspiraba a tener novia.

Sentía que las relaciones serias con las chicas serían muy adelante y es que las mujeres son un privilegio que debes saber aprovechar. Los hombres eran otra cosa, eso no quería decir que me gustaran los hombres, de verdad que no.


Salí sin hacer ruido del gimnasio y cuando estuve fuera, respiré profundamente.

— Viejo, solo has estado cinco minutos adentro —interrumpió Finn con su sonrisa sarcástica.

— Entra tú.


Él se rió.

— No es mi novia — extendió su mano invitándome del jugo verde que sostenía.

Hice cara de desagrado y negué con la cabeza. El solo hizo una señal de rendición.

— Habías dicho que odiabas ese jugo —recordé metiendo mis manos en los bolsillos de mis pantalones.

— La gente cambia.

— ¿De la noche a la mañana? —pregunte burlón —. Imposible.

El chico seguía igual de pálido desde que lo había visto por primera vez por la mañana. Era más que evidente que algo se había tomado el día anterior. Nunca sabía disimular bien.

— Genial, no vine aquí para ser reprendido —atacó.

— Pues ve a donde Sophia —sugerí, sabiendo que le iría el doble de peor. Aquellos dos se llevaban fatal.


— Venga, pero si eres todo un bravucón.

Negué con la cabeza y me di la vuelta para intentar abrir la puerta del gimnasio nuevamente.

— No llegues tarde al apartamento —le dije.


— Deja de decirlo así —respondió—. Pareciese que somos pareja.

— Pensé que lo éramos —me di la vuelta nuevamente para verlo.

— Ajá.


Fue lo último que dijo antes de girar al lado contrario y caminar por el pasillo.

                                    ***

Bueno, los mejores momentos de Dess y yo eran en el apartamento. No por nada en especial, bueno a veces era más que evidente la tensión del momento sin entrar en detalles. Aunque solo fueran un par de besos, eso era algo que me gustaba.

Cuando entrábamos en la burbuja de besarnos, le dejaba de prestar atención a todo lo que nos rodeaba.

Hasta que la puerta ruidosa del apartamento se abrió.

A joder, otra vez aquel.

Pensé que pasaría desapercibido y le daría igual, pero lo pálido no había desaparecido de su rostro. Tan solo maldijo y volvió a irse. A veces tenía la sensación de que algo le estaba atormentado. No sabía lo que era, pero traté de hacerme saber que no era mi problema.

Después volví a lo mío dejando de pensar en cosas que no eran de mi incumbencia.

La hormona de Jack -FackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora