Eighteen

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Mi padre está que se lo comen los nervios.

Vuelvo mi vista al espejo y me veo el cabello — bien —, suelto un suspiro. Me siento igual o más nervioso que mi padre, me siento con ganas de devolver el desayuno.

— Jack muévete tenemos que irnos — papá hace un ademán con su mano de echarme afuera.

Clark suspira y ladea la cabeza.


Pobre de aquel tipo, no se, si sus ganas de casarse con mi padre siguen en su mente.

El camino hacia la escuela es silencioso, solo mantengo mi vista en el paisaje de la ciudad. El año escolar ha terminado y me siento melancólico, no me gusta el sabor de amargura y saber que el día de mañana no cruzaré los pasillos de aquel instituto. No volveré a reír hasta tener un dolor de estómago, Finn no se esconderá de mi cada que yo reprobara un examen por su culpa.

Vuelvo mis pensamientos en otras cosas maldiciendo a las lágrimas que se asoman por mis ojos. Estoy enojado conmigo mismo. Los últimos días habían estado fatales con lo de aquel beso. Pero no tan fatal de alguna manera.

Mi cuerpo se estremeció en cuanto mi mente comenzó a pasar imágenes de Finn.

¿Han sentido alguna vez eso?

Quiero decir que sientes un deseo enorme por estar cerca de la persona que mueve todos tus sentidos.

En mis pensamientos solo estaba el poder ver el rostro de él. La vida es una pequeña oportunidad para mi. No me gusta ser tan tonto. Finn había traspasado una barrera, la cual me había puesto claro mis sentimientos.

De alguna manera podría mirarle y jamás cansarme de hacerlo.

— Sal del auto o te romperé los huesos a pedacitos.


Papá dijo mientras golpeaba la ventana del auto.

— Yo también te quiero — di una sonrisa que aparentaba ser falsa.

El aire fresco de la mañana me invadió, todos los estudiantes estaban ansiosos, corrían hacia el auditorio. Clark sacó del maletero, un gorro feo azul.


— No me pongas ese gorro papá — bufé mientras me cruzaba de brazos.

— No se llama gorro Jack, ahora póntelo.

Ni de coña iba a usar esa cosa.


(...)

La vida daba oportunidades de venganza padre, ya lo verás.

El gorro era un horno, me calentaba horrible y en mal sentido. Los estudiantes de mi grupo estábamos preparados para recibir aquel certificado y largarnos a disfrutar la vida, libre de responsabilidad académica.

Por lo menos un par de semanas o meses antes de entrar en la pesada vida universitaria.

Mi nombre y el de los demás se escuchaba por todo el auditorio, los aplausos también sonaban de lo más fuerte. Mis manos sudaron desde que pase al frente a recibir mis documentos, hasta que me baje de aquel escenario.

En las afueras del auditorio tenía una enorme sonrisa de felicidad, mis dos padres tomaban fotos incontrolablemente, de todos lados. Su entusiasmo era más que suficiente para mí y me hacían sentir feliz.


— ¡Felicidades lindura!

Giré para ver a Dess quien tenía los brazos extendidos para que nos abrazáramos. Y así lo hicimos.

La hormona de Jack -FackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora