Ten

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( Capítulo no corregido)

Una linda tarde.


Sí definitivamente esa era, una tarde maravillosa.


Imagínense estar pensando en: si les gusta su mejor amigo, creando películas enteras en su mente tratándose de convencer que ustedes no están enamorados de su mejor amigo.


¿Y a que suena esto?


En efecto.



Esto les suena a un cliché.


Yo tenía una copa con una cuarta parte de vino en ella. Estaba haciendo pues... nada la verdad. Acostado y bebiendo vino, sonaba patético, pero honestamente yo siempre era patético.


Todos mis pensamientos se esfumaron, el causante fue el sonido de mi tono de llama en mi móvil. Me levante de mala gana del sillón y camine hacia el comedor, deje la copa y mire la pantalla del aparato.



Si bueno, la tarde no podía ser más agradable.


Presione el botón de contestar y me puse el móvil en la oreja.


— ¿Hola?

No tardó mucho en responder.


— ¡Oh hola hijo!

Sí, confirmado, hoy era la tarde más guay de mi vida.


Oh Dios, he dicho guay, que alguien me mate.


— ¿Qué se te ofrece papá?



— He bueno, te quería preguntar si de casualidad tienes tiempo libre mañana para...


No, adiós.

Al grano de una vez.

— Sí ¿ Quieres venir?

— ¡Oh sí claro que sí! — su grito de emoción, queriendo o no, me había sacado una sonrisa.

— Genial, aquí te espero mañana.


— No te preocupes, ahí estaré y...

— Lo se, también será bienvenido tú prometido.


— De acuerdo, vaya a qué has tenido un día bueno para andar de buen humor.



Ja ja ja, yo hubiera jurado que en ese instante, me abría tirado por la ventana del apartamento.



¿Un día bueno?

Pues lo hubiera querido la verdad.



— Supongo — me mantuve con mi tono  aburrido.


— Bien, cuídate hijo, ya nos veremos mañana.



— Adiós papá, salúdame a... a quién sea que esté contigo.


Y colgué.


Suspire muuuuy pesadamente y volví a acostarme al sillón, con mi copa de vino, como todo un millonario, como el rey del mundo.


Lo malo, es que me sentía de lo peor en ese momento.


                                   (...)



El entrenador gritaba lo más fuerte que podía.


Ojalá le cayera un rayo.


Tenía el sudor cubriéndome el rostro, mi mano había estado mejor desde el primer entrenamiento, moverla ayudaba muchísimo, eso había dicho Mary.


Jonny silbó y los demás, nos preparamos para seguir muriendo ahí adentro. Juraba que no era el infierno, había un calor insoportable.



Durante el regreso al apartamento, mi mente me daba señales de volver a mi tormento.



Veía muchos grupos de amigos y amigas caminado y bromeando.



Que jodida estaba mi situación.


Me había acostumbrado tanto a estar con Finn, era parte de mi vida, una parte importante. Él estuvo para mi cuando mis padres se separaron, yo solo tenía 8 años y sentía que había sido mi culpa.


Yo estuve con él cuando murió su perro.


Siempre estuvimos uno para el otro, en cualquier situación. Cuando estábamos separados uno del otro, siempre buscábamos la manera de vernos y pasar el rato, fue lo mismo al llegar a esta etapa.




Y ahora que se había marchado, me sentía solo, muy solo, hoy no iba a llegar y me diría que apestaba a muerto. Tampoco cocinaría su rica lasaña, más bien la receta era de su madre, pero a él le quedaba genial.



Sacudí la cabeza y me concentré en el camino.


Pero...


No quería regresar tan rápidamente a deprimirme. Así que me desvíe. No me afectaría tanto comer algo de grasa.



Al llegar, estacione mi auto en la cafetería, salí y dejé mis cosas adentro.


Camine y empuje la puerta, di un rápido vistazo, me acerque a la barra y en unos segundos ya estaba una chica atendiéndome, una muy linda, pero no le presté mucha atención, no me interesaba.




Giré mi rostro al lado izquierdo y me paralicé.


Ahí estaba Finn y Sophia, platicando como si fueran amigos de toda la maldita vida. Mi respiración comenzó a agitarse y de repente la ira me invadió, seguí viéndolos unos segundos más, pero la chica que me había atendido me interrumpió. Pague de mala gana y le dí propina.



Me levante para irme, ni siquiera volví a mirar a esos dos.


Mi curiosidad quería saber de qué demonios estaban hablando. Cuando estuve afuera, entré en mi auto y lo encendí. Solo entonces me permití dar un último vistazo. Y de un momento a otro, Sophia volteó directamente hacía dónde estaba yo, su boca se abrió, o al menos así lo ví.


Maneje de reversa, despegando mi vista de ellos.



No.


No estaba celoso para nada.

La hormona de Jack -FackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora