La manada de los Jeon reside en Canus, un pueblo alejado de la ciudad, ubicado en los adentros del bosque Magno, por la zona del noreste. Khal MinRi, una licántropa albina de clase omega -aunque con todas las características de una alfa- ya lleva ci...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Poco a poco
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—¿Estás despierto?
Bogum negó con una sonrisilla. MinRi subió a la cama de su hermano mayor y se recostó a su lado. El albino, como siempre, no llevaba una camisa puesta y estaba tendido boca arriba, con el cabello algo largo en la parte superior hecho un desastre.
—¿Quieres ir a dar una vuelta? —preguntó la menor antes de enterrar su cara en la almohada, aspirando el olor a tabaco y eucalipto de su hermano. Ignoró el sonido del ventilador a su lado y miró expectante al alfa.
Bogum negó de nuevo, sonriendo sin mostrar los dientes.
—Vamos, ángel —insistió. Se sentó en la cama, sosteniendo la almohada entre sus brazos —Quiero transformarme. No puedo salir sin ti.
Bogum sonrió y se sentó en la cama de golpe, haciendo que MinRi jadeara del susto y ambos, como siempre, comenzaron a reír, cada vez mas fuerte.
—Sabes que te estoy cuidando ¿verdad, Min? —preguntó con su voz grave y profunda. Peinó el flequillo de la albinay la jaló hacia él para rodearle de forma protectora.
MinRi se aferró a él con todas sus fuerzas. Se escondió en el pecho lampiño de su hermano mayor y cerró los ojos.
—Por algo soy tu ángel... —completó.
La albina abrió sus ojos con pesadez.
Se paró de la cama y se sentó en su tocador, deshaciendo la trenza de su cabello y dejándolo ondulado como tanto le gustaba. Pero sus ojos no mentían. Su cara estaba hinchada por tanto llorar y las lágrimas secas de su rostro le recordaban la realidad. Su triste realidad.
Namjoon la había rechazado. Namjoon prefirió a Jeongguk sobre ella.
Los besos, los toques, las palabras se esfumaron con la misma velocidad en las que aparecieron. Recordó sus ojos, sus gritos y negó, una y otra vez porque ya no quería llorar.
