Parte 6: The Date

236 25 0
                                    


Alastor esperaba en la acera, vestido con una levita color vino y una camisa negra debajo, pantalones y zapatos negros. Sin querer, habíamos combinado nuestros atuendos. Sonreí.

-Dame un segundo en lo que saco el auto. – Buscaba en mi pequeño bolso, la llave.

-No es necesario, querida. Esta vez manejo yo. – Dio un paso atrás. Un jaguar descapotable color azul marino, estaba estacionado detrás de el. Sonreí.

Subimos al auto y lo observé de reojo todo el viaje. No dijo absolutamente nada los primeros diez minutos. Solo se recargaba en la puerta del conductor, con su brazo extendido sujetando el volante. Su cabello rojo se movía con el viento.

Debe haberse percatado de que lo observaba embelesada, por que sujetó el volante con la otra mano, y extendió la otra hacia mí. Tomó mi mano y aceleró un poco.

Para entonces yo sentía que la cara me ardía de rubor. Tenía que controlarme o esta velada iba a terminar en algo de lo que me iba a arrepentir mañana.

Llegamos a un restaurante en la zona más alta de la ciudad. Que tenía un pequeño bosque de árboles rojizos a su alrededor. Se estacionó, bajó del auto y le dio la vuelta para ayudarme a bajar.

-Querida, te ves preciosa. – Su voz, nuevamente eclipsó mis sentidos. Apenas había puesto un pie sobre el terreno pedregoso, pero esto último me distrajo y perdí el equilibrio. Alastor me estrechó en su pecho, para evitar que hiciera mi primera escena ridícula de la noche.

- Mala elección de zapatos. – Me disculpé, separando mi cuerpo del suyo.

- Debo diferir, dulzura. Me parecen simplemente perfectos para esta noche. – Nuestras miradas se encontraron. Estaba a punto de perder el control de mis expresiones faciales, cuando me levantó en sus brazos, para librar el estacionamiento y depositarme de pie sobre el camino de madera que llevaba al restaurante.

Me ofreció su brazo, para continuar caminando. Supuse que pensaba que no podría caminar con estos zapatos. Pero me adelanté, ignorando su ofrecimiento, demostrando mi andar de supermodelo, que había practicado en casa.

El Demonio de la Radio disfrutaba este juego. Y caminaba un paso detrás de mí. Sentía su mirada ardiente en la espalda.

El restaurante era elegante y estaba a la mitad de su capacidad aquella noche. La recepcionista se veía a todas luces, preocupada. Y miraba con nerviosismo la lista de reservaciones.

- Buenas noches, Señor Radio Demon. Su mesa esta lista. – Y caminó con la espalda muy tensa, frente a nosotros. Le sonreí a Alastor, que levantó los hombros, por toda respuesta.

La mesa estaba casi al fondo, en un reservado, que tenía una galería con vista a la ciudad. Me detuve en el barandal de madera, echando un vistazo al paisaje.

- Ciudad Pentagrama es preciosa. Nunca creí que me sentiría tan cómoda viviendo en el infierno. –

Se hizo un silencio breve. En el que observamos juntos el resplandor de las luces de la ciudad.

Detrás de nosotros, el servicio acababa de dejar una botella de vino tinto y un par de copas. Nos acercamos a la mesa y tomamos asiento, uno frente al otro.

- Así que, además de virtuosa, sin vicios, y con un extraño comportamiento solidario... ¿Cómo es que una chica como tú, llego el infierno? – Yo ya había sonreído desde la primera cualidad mencionada. Tomé la copa de vino y tomé un pequeño sorbo. Hice una pequeña mueca, era algo fuerte.

- Todas las historias de los médicos de este lugar, tiene un componente similar. – Hice una pausa para elegir las palabras con cuidado.

- Empatía postmodernista – levanté la ceja, pensando si habían sido las palabras correctas. Mi interlocutor no había comprendido, y recordé que, según los datos en la web, había muerto alrededor de 1930. Le dediqué una breve mirada de indulgencia y me apresuré a aclarar.

TremblingWhere stories live. Discover now