Parte 8. Wake Up, Sweetheart

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Nuevamente flotaba en la habitación en tinieblas.

Esta vez estaba sola. Un zumbido constante ambientaba el lugar.

- ¿Alastor? -Mi voz se escuchaba lejana y apagada. Algo se enredó en mis brazos y piernas, evitando que me moviera. Forcejeé. Seguía sin soltarme. Algo andaba mal. Empezaba a faltarme el aire.

El calor en la habitación aumentaba, no podía mover mis piernas. Quise gritar.

Desperté de un sobresalto, por la ventana ya entraba la luz del mediodía. Seguía desnuda.

Un escalofrío placentero subió por mi espalda, haciendo que me dejara caer en la almohada y jalara aire. Seguía sin poder mover las piernas. Levante las mantas y sonreí. Alastor había decidido despertarme con sexo oral y sujetaba mis piernas con sus brazos, manteniéndolas a los lados de su cabeza. Cerré los ojos, disfrutando la humedad de su lengua. Mi cadera se tensaba poco a poco, acercándome al clímax.

Abrí los ojos y lo miré. Sonreía mientras seguía saboreándome, esos ojos tan perfectos. Sentí mi cuerpo estallar. Regando el calor hacia mis piernas y abdomen. Gemí su nombre despacio.

Se incorporó, elegante y sonriente. Sobre su cuerpo solo usaba la camisa de la noche anterior, desabrochada. Subió a la cama y se acomodó entre mis piernas.

-Buenos días, querida. Estas deliciosa esta mañana. – Se limpió la boca con la manga de la camisa. Yo tenía la boca abierta y la cara ardiendo. No pude contestarle, solo estiré mis brazos y coloqué mis manos en su nuca, jalándolo hacia mí, mientras entrelazaba mis dedos en su cabello. Antes de besarme, observó mi cara mientras empujaba su erección entre mis piernas.

-Oh Alastor... - se me escapó.

 Procedió a invadir mi boca con su lengua, mientras mitigaba mis gemidos con sus besos. Se detuvo, mirándome con una sonrisa histriónica.

- ¿Porque te detienes? – Mi voz era aguda, pues Alastor estaba dentro de mí por completo.

- Oh, querida, solo observo el placer en tu rostro. En algún momento, creí que nunca podría verte así. – Mi expresión de inmediato cambió a una sonrisa de complicidad. Quería mostrárselo todo.

Se sentó sobre la cama y me senté en su regazo, de frente a él. Su cara hizo una breve mueca de placer, cuando volvió a introducirse en mí. Se recargó hacia atrás sobre sus manos. Dejando que lo montara despacio. En mi vientre se reunía nuevamente el calor y la excitación. Estaba acercándome de nuevo al límite. Alastor comenzó a empujar hacia arriba a mi ritmo. Nuestras miradas se cruzaron. Perdidas de placer. Mi espalda se arqueó hacia el frente, mientras los choques eléctricos se distribuían por mi cuerpo. Miré a Alastor, su boca abierta y sus ojos brillantes, indicaban que estaba a punto de alcanzarme.

Lo abracé dejando que volviera a morder mi cuello mientras gruñía y presionaba mis caderas contra las suyas, descargándose en mí.

Estaba agotada. Me dejé caer en las sábanas rojas. Un hilo de sangre caía de la herida que Alastor había dejado. La cubrí con mi mano y tomé aire para soportar el dolor. Cerrarla no me tomó más de 10 segundos.

Alastor se había acostado a mi lado. Acarició mi rostro y peinó mi cabello hacia un lado.

- Ese poder tuyo es muy especial. No conozco a nadie más que lo tenga. Qué lástima que no puedas usarlo en ti con mucha libertad. – Tocó con sus dedos el lugar donde me había mordido, y su sonrisa se hizo amplia y sombría.

Tragué saliva y me puse de pie. Le di la vuelta a la cama, y entré en el cuarto de baño. Todo era rojo, con acabados en madera. Me acerqué al espejo del lavamanos, y examiné la piel de mi cuello. Alastor me había mordido en el mismo sitio la noche anterior y esta mañana. La piel estaba marcada. Las delgadas líneas violeta formando un círculo, permanecían ahí. Coloqué mi mano sobre ellas y volví a tomar aire. No hubo ningún cambio.

Alastor se paró en el marco de la puerta y yo oculté la marca con mi cabello. Le sonreí nerviosa. En su cara seguía ese gesto de malicia.

Abrió la llave de la ducha y me extendió una mano. Lavó mi cuerpo y cabello con jabón, deteniéndose en mis pechos un rato. Lavó mis muslos y entre ellos, con esmero. Mis rodillas aún temblaban del encuentro en la cama. Una risa suave brotó de su garganta, mientras cerraba el agua y me envolvía en una toalla.

Afuera, sobre la cama, había un vestido color vino de tela a rayas. Cuello alto y botones a los lados en el pecho. Me recordaba a las levitas que había visto a Alastor usar. El se vistió con un tronar de dedos y salió de la habitación.

Debajo del vestido había ropa interior roja, con un liguero incluido. Me reí un momento. Este demonio tenía sus aspiraciones. Me puse el vestido. Entallaba perfecto sobre mi cuerpo. Llegaba hasta mis rodillas y se inflaba un poco por el tul delgado que se encontraba en unas capas de tela suave.

Salí al pasillo, descalza. El preparaba el almuerzo en la cocina, mientras tarareaba una canción. Notó mi presencia en seguida. Y me acerqué para que pudiera observar el vestido. Di una vuelta y terminé con una cómica reverencia.

- Preciosa, como siempre. – Su voz cargada de estática acariciaba mis oídos.

Se acercó a mí con dos platos de arroz y mariscos. Nos sentamos hombro con hombro en la barra.

La comida estaba deliciosa. La devoré en pocos minutos. El hizo lo propio y terminando me dejó lavar los platos y secarlos, como en casa.

- Alastor. – Mi demonio de ojos rojos me observaba desde la barra.

- Muchas gracias, estos días han sido... especiales. – Se acercó a mí y acarició mi rostro, levantando mi mentón. Presionó sus labios contra los míos y me rodeó con sus brazos.

- También lo han sido para mí, querida. – Susurró en mi oído. Un sentimiento de autentica felicidad nació en mi pecho, mientras el Demonio de la Radio me cargaba en sus brazos para llevarme a la sala.

Estábamos por besarnos de nuevo cuando un sonido familiar llegó a mí.

"Hey, hey mama said the way you move, Gon' make you sweat, gon' make you Groove".

Yo ya me había levantado y cantaba la letra como una loca. Mientras buscaba mi celular en la mochila que estaba junto a la puerta. Miré el nombre en la pantalla y volví con Alastor, poniéndolo en altavoz.

-Hey Monique, la virgen de nuestra devoción. – Alex siempre era apropiado. Alastor me miró conteniendo una risita.

- De su devoción talvez, pero virgen ya no más – Del otro lado de la línea, Alex se rió con ganas.

-Seguro, pequeña. – Usaba su tono burlón. - SingBaby esta noche, ¿Qué dices? Ya pasaron tres días y necesito cantarte algunas cosas. – Sonreí, Alastor había colocado su brazo sobre mis hombros.

- Seguro Alex, nos vemos a las diez, por que mañana SI voy a trabajar. – Alex río de nuevo y gruñó en desacuerdo. Colgamos.

Salté sobre el regazo de Alastor, tomando su mentón y levantándolo para besarlo de nuevo.

- Muy bien, Al – Mi demonio personal se rió por lo bajo. 

– ¿Estás listo para ir de fiesta esta noche?

TremblingWhere stories live. Discover now