El hogar perfecto

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"El amor es la condición en que la felicidad de otra persona es esencial para la tuya propia". Robert A. Heinlein

POV: Regina Mills

En nuestra familia adoramos las tartas de manzanas, hoy estoy preparando una con mucho amor para mi esposa y mi nieta. Emma le está mostrando a Lucy unos videos que guardamos de cuando mis bebés aprendían a pronunciar sus primeras palabras. Mi esposa siempre se ha creído una mujer fuerte, pero como le encanta llorar, desde aquí puedo ver como se limpia sus lágrimas al escuchar ese video donde Henry le dice por primera vez mamá, dos semanas después que me lo dijo a mí. Ni hablar que también lloró con la primera palabra de Isabella que fue "Emma", ella jura que lloró por la emoción de escucharla pronunciar una palabra, pero la conozco lloró porque no le dijo mamá.

Estábamos enloquecidas siendo madres, nos entregamos por completo a nuestros niños, dedicábamos el tiempo que fuera necesario para que ellos estuvieran bien. Cuando nos tocó regresar al trabajo no lo puedo negar, acompañé a llorar a Emma, sentía las horas eternas, me sentía vacía, inquieta pensando en mis bebés. Mary los cuidaba por la mañana y mamá por la tarde para no quitarles demasiado tiempo en sus trabajos. No confiábamos en nadie más para que cuidara de ellos. Una que otra vez llamaron mi atención en el trabajo por hablar demasiado por teléfono, pero es que mi suegra se complicaba demasiado con los niños, incluso hubo veces en las que Emma tuvo que dejar el trabajo para ir a ayudarle con ellos.

— Gina, ¿recuerdas esa vez que estábamos muy cansada y no sabíamos porque Isabella no dejaba de llorar? — me habla desde la otra sala mi esposa.

— Como olvidarlo, le habíamos dado su biberón a Henry que dormía muy tranquilo luego de beberse los dos — sonrió recordando aquel momento.

— ¿Se agotaban demasiado con dos bebes? — pregunta Lucy.

Ellas vienen de camino a la cocina, las conozco, el olor a la tarta es lo que las atrae — es muy lindo tener dos bebés, pero dejas muchas cosas que antes hacías para cuidar de ellos, dormir por ejemplo — se queja Emma — desde que los niños nacieron sentí que no volví a dormir lo suficiente en mi vida.

— La reina de la exageración — refuto inmediatamente — Emma se quedaba 5 minutos con los niños y cuando regresaba estaba dormida — ella abre la boca haciéndose la ofendida.

— Pero Gina, era el cansancio de un día laboral, dormir pocas horas en la noche, me sentía muy débil.

— ¿Débil? ¿Qué pasó con su vida sexual? — cuestiona curiosa Lucy.

— O eres mamá o tienes vida sexual — detalla Emma.

— Swan, una exageración más y te quedas sin tarta de manzanas — advierto — Lucy, nosotras queríamos ser madres, sabíamos la responsabilidad que conllevaba esa decisión — explico sacando mi torta del horno — los primeros meses fueron muy difíciles, pero fuimos adaptando nuestros tiempos, como madres, como pareja, incluso teníamos vida social.

— Aunque todo eso conllevó sacrificios en lo que no estaba tan de acuerdo y lo sabes Regina — expresa seria mi esposa.

— ¿Sacrificios? ¿Por qué? — Lucy frunce el ceño sin comprender.

— Por los hijos, por la familia, a veces se toman decisiones muy importantes — sostengo con firmeza — cada vez iba comprendiendo mejor a mamá y su entrega a mí a mi hermana, con la llegada de mis hijos solo quería lo mejor para ellos — agrego mientras les sirvo un trozo de tarta.

A Emma le encanta exagerar las cosas, yo por ella y por mis hijos haría lo que sea, mi felicidad es verlos sonreír, saber que están bien. Mi rubia dice que aún le duelen algunas decisiones que tomé y la comprendo, las parejas no debemos de estar de acuerdo en todo, no existen las relaciones perfectas. Lo maravilloso de nuestro matrimonio es que aunque Emma no estuviera de acuerdo con mi decisión me apoyó, porque me ama y respeta que mi felicidad es que ellos estén bien.

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