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El Rey William llegaba de la única forma que podía llegar al castillo, en un enorme Drakkar: un típico barco Vikingo.

– Majestad – uno de sus hombres le daba aviso para desembarcar, solo faltaban él y su hijo por hacerlo.

Oyeron pasos detrás de ellos, desenvainaron sus espadas. Se encontraban solos – Yo creí que ya había confianza. – La Asesina apartó sus filosas armas de ella y se acercó un poco – Una disculpa por la tardanza, pero entenderán que me pidieron algo que no hago normalmente – explicó entregándoles un pergamino – Aquí está.

El Rey lo tomo – ¿Por qué aquí y no en el castillo?

–El castillo está completamente sellado, la seguridad ha aumentado – Se recargó en el mástil – No me arriesgare.

– ¿Y bien? – El príncipe quiera saber más – ¿Qué encontraste?

Suspiró – Todo está ahí, – señalo el papel – pero si tan desesperados están. – Se dejó caer sentándose en el suelo – La Princesa Lyssandra no es su hija, – miro al príncipe – o tu hermana. – Fue directo al grano, sin tapujos. Solo por unos segundos sostuvieron la respiración – Su bonita primera esposa, lo engaño con un humilde hombre que aún trabaja para usted; en sus caballerizas. Se quedó para ver a su hija crecer.

– ¿Estás diciendo que este hombre sabe que ella es su hija?

Asintió – Exactamente – saco de uno de sus bolsillos un pequeño frasco – Vlormiz, le di un poco y se le aflojó la lengua... y los recuerdos. Su difunta esposa y él se amaban, así que ella se lo contó antes de morir.

– La Vlormiz es una planta de Puros ¿Cómo la conseguiste? – Quiso tomarla, pero ella la apartó – ¿La robaste de las tierras de la nueva reina?

Soltó una carcajada – Sus tierras son impenetrables. Se la robe a las Völvas – lo dijo como si fuera fácil aquella opción – Ellas tienen un muy pequeño puñado de estas plantas secas – reveló, mientras se levantaba para poder irse – ¿Y? ¿Qué va a hacer con su pequeña bastarda? – Sonrió haciéndolos estremecer. No respondió – Bueno, ya me enteraré – estaba a punto de saltar – Fue un placer – salto desapareciendo.

Había dudado sobre si era o no su hija y ahora tenía la respuesta. La había criado como suya, pero ella creció pensando y creyéndose reina, que estaba por encima de todos. Charlotte y él jamás se amaron y quizás le metió ideas a la chica. Un año después de su muerte se volvió a casar, esta vez por amor con Astrid, la madre Saik y que Lyssandra siempre trataba como basura. El reino no le pertenecía a ella y jamás le pertenecería.

***

Las caravanas de los Reyes ya se acercaban, todos ellos cruzaban el gran puente de piedra que separaba el pueblo del castillo, con arbustos secos intercalados y árboles cubiertos de nieve, en lugar de barandas de piedra y debajo el gran lago que lo rodeaba.

Beth estaba aún lado de Ian con un vestido que esperaba fuera suficiente para estar ante la presencia de los monarcas. Azul marino con detalles en rosa pastel, su pareja con su traje formal, al igual que el resto de sus primos y tan elegantes como sus tíos. El personal de servicio estaba formado para ofrecer sus servicios a los invitados reales.

Foux, como un lobo negro con buen porte, estaba a un lado de Jade que estaba junto a Skander. Siendo los Reyes debían estar al frente recibiendo a los invitados. Aiden estaba un paso atrás de Skander, con su uniforme de Capitán; negro con detalles dorados, con sus condecoraciones y el escudo de los Skuret en el pecho; la cabeza de un león con su espada envainada.

Jade con su vestido completamente negro, su falda de tul volaba con el frío viento del invierno y los copos de nieve resaltaban al caer sobre sus hombros perdiéndose en su cabello. De mangas largas y cuello alto con cordones dorados al frente, terminando en un pequeño nudo en su cintura. Su cabello apenas recogido y una corona negra y de ella colgaban cadenas de piedras del mismo color por la parte de atrás.

Guardianes: El Legítimo Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora