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Leo recién había llegado al instituto cuando se topó con el presidente de su club esperándolo en la entrada principal.
—Llegas tarde—le dijo, y el león rodó los ojos.
—Igual que ellos—y señaló a los chicos y chicas que pasaban a hurtadillas a ambos lados del castaño frente a él. Dichos sujetos lo maldijeron al escucharlo, pero no le importó.
—No me importa. Nombre y apellido, por favor. Te quedas a castigo hoy.
—¡Serás...!—se mordió el labio. ¡Bah! ¡Daba igual! El castigo consistía en ayudar al conserje a limpiar las salas—. Leo...
—¡Capriamigo, ayúdame!—chilló alguien a espaldas del signo fuego. Él volteó sorprendido, y más aún al ver al mejor amigo del castaño con marcadas ojeras, y un chico bajo colgado de su brazo cual niño a su madre—. ¡D-Dile que...!—y completó su frase con gestos y muecas que el sagitariano a su lado no entendió (deduciéndolo por su ceño fruncido).
Leo carraspeó.
—Bueno, yo me...
—No seas tonto—Capricornio estiró ambos brazos, impidiéndole pasar. Arrugó la nariz con molestia.
—¡Capriamigo!
—Vale, ¡ya entendí!—se llevó su mano al puente de su nariz—. Sagitario, ¡llegas tarde! Nombre y apellido.
—¡P-Pero Virgo también!
—Es mi amigo. Lo dejaré pasar.
—¡Jo, qué injusto!—sollozó el pelinegro y, aferrándose más fuerte al rubio para no dejarlo ir, se acercó a Capricornio—. Anota bien, ¿vale? S-a-g-i...
—Eso ya lo sé, burro.
—¡Pero si pediste mi nombre!
—Formalismos.
Leo, queriendo aprovechar el momento, rogó hacerse invisible e intentó pasar por un costado del presidente del club y, al parecer, del centro de alumnos, mas lo subestimó: Capricornio lo agarró por el cuello de su camisa con unos reflejos impresionantes y así lo mantuvo mientras regañaba a Sagitario por querer pasarse de listo. Leo se cruzó de brazos, enfadado.
—¡Solo vete, Sagitario! ¡Y suelta a Virgo!
—¡Nunca!
Y finalmente se fue. Lo segundo no lo cumplió.
La cabra forzó a Leo a colocarse cara a cara con él. Corrigió su postura (las piernas, los hombros caídos) y, cuando encontró al signo fuego "digno" de hablar con él, empezó a negar con la cabeza en introducción a su regaño.
—Llegas tarde e intentas escaquearte de la fiscalización.
Naturalmente, Leo abrió la boca con indignación, fingiendo tener quejas (cosa... No muy cierta). Al final, volvió a cerrarla y se decidió a fulminar al chico con los ojos.
—Así que, como tengo cierta voz en la repartición de castigos...—rodó los ojos—, supongo que te daré el trabajo más complicado.
Bufó.
—¿Perdón?
—Pues ya oíste—y le golpeó en la frente con el lápiz de marca cara que traía en la mano—. Te quiero a las cuatro en la sala del centro estudiantil.
Y así se fue, dejándolo con la sangre hirviendo de ira, pero el rostro parsimonioso.
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El club [Zodiaco yaoi/gay]
RomanceSe inscribieron pensando que jamás harían algo, y que tendrían las tardes libres del tedioso instituto. Pero se equivocaron. O, en sus propias palabras, Capricornio los estafó.