Martes

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Aries despertó por el ruido de un portazo que alguien acababa de dar. Irritado, pues había dormido peor que mal, se abrazó a la frazada e intentó relajarse un poco. Aún no sonaba la alarma.

Escuchó gritos y decidió que mejor largarse ya. Revisó su celular: cinco de la mañana. Bah, se iría caminando. A deducir por los gritos, mejor se duchaba en los baños del instituto. Se colocó el uniforme silenciosamente y, tomando su mochila, se largó. Por fortuna, la pelea se estaba dando en el cuarto de su madre. Cuando discutían en la sala principal era casi imposible irse ileso.

Corrió hasta la salida y no aminoró el trote hasta estar fuera del edificio, seguro, y muerto de frío. Tenía su billetera y un dólar. Alcanzaría para un café en la calle.

Echó a andar.


Se pegó una siesta de una hora en una plaza cercana. Era fácil no pasar frío, ya le había cogido el truco: dar vueltas, saltar, hacer flexiones, y luego echarse sobre una banca, echo ovillo. La mochila servía como almohada. Al despertar recién eran las 6:30. El colegio abría a las siete, así que caminó hacia el río, porque siempre había locales baratos por ahí, vendedores ambulantes. Bingo: un señor vendía café y huevos cocidos justo en la calle de en frente. Sonrió a su suerte y esperó al semáforo.

Alguien alto se colocó a su lado. Su cuerpo cubría el débil sol que empezaba a salir, pero Aries tenía demasiado sueño como para quejarse. Cambió a verde el semáforo.

—¡Escorpi, espérame!—chilló alguien. "¿Escorpi?". El peliazul se giró hacia el chico a su lado y chasqueó la lengua. Escorpio correspondió a su mirada y sonrió con sorna.

—¿Recién me notas? Qué cruel, Aries...

—¿Qué haces en la calle a esta hora?

—Lo mismo te pregunto.

Alguien se abalanzó sobre el pelinegro: era el chino del club, Piscis. La nariz la tenía rojísima por el frío. ¿Aries se veía tan ridículo también? Él miró al carnero y ladeó la cabeza. Iba a decir algo, pero el signo fuego se adelantó.

—Me voy caminando al insti—respondió. Total, que era cierto. En subte llegaba en 20 minutos al internado, y a pie en una hora.

—Pues yo también—dijo Escorpio, y señaló la calle por donde Aries había llegado—. Vivimos por acá.

—¿Los dos juntos?—se burló.

—¡Yo vivo cerca de la feria!—respondió el pez en su lugar. Se lo imaginaba gritando "¡lleve su kilo de papas, mi rey!", pero no dijo nada—. Los martes y jueves nos venimos a pie con Escorpi.

—¿Para qué?

—Éste cuerpo no se mantiene solo—sonrió Escorpio, haciendo como si levantara su camisa. Arrugó la nariz. Habría cruzado ya el semáforo, pero estaba en rojo otra vez.

—¿Nos vamos los tres?—preguntó Piscis.

—Voy a comprar algo—respondió en una forma sutil de decir que no.

—¿Desayuno? ¡Te acompañamos!—insistió el pez. Aries miró a Escorpio. Quizás no se llevaban bien, pero esperaba que entendiera que quería irse solo.

—Sí, te acompañamos—dijo burlón el pelinegro. Lo hubiera golpeado, pero ni modo...


—Quiero un café y...—mirando hacia el listado de precios, hizo cálculos. Vaya, con suerte le alcanzaba para el café—. Y eso.

El club [Zodiaco yaoi/gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora