Tomioka aún podía recordar el color de sus ojos, aquella mirada que lo observó con fiereza, capaz de matar a cualquiera con tal de proteger a su familia, si tan solo Giyuu hubiese logrado proteger a la suya.
Aquel niño le provocaba tantos sentimie...
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Y fuiste tú aquel que le dio luz a mivida
Todo había sido un completo desastre.
Tanjiro aún estaba algo confuso y aterrado por lo sucedido hace unas horas, y no era para menos, después de todo estuvo apuntó de ser asesinado junto a su hermana de no haber sido por Giyuu y Urokodaki tal vez no estaría ahí en ese momento.
Estaba agradecido, aquello era verdad pero a la vez quería ver a Tomioka, preguntarle la razón, quería sentir su calor pero al parecer se le estaba prohibido acercarse a él.
Quería verle pero a la vez no quería, tenía miedo de la forma en la que su omega reaccionaria. Tenía miedo de perder la razón.
—¡Tanjiroooo ~! —grito Zenitsu acostado en su cama, era más pequeño de lo que Kamado recordaba.
—Zenitsu, que alivio, ¿estas bien? —dijo aliviado la verdad tenía miedo de que algo malo les hubiera pasado a sus amigos. —¿Qué te sucedió?
—Tanjiro mientras tú e Inosuke desaparecieron yo estuve apuntó de morir. ¡Fue horrible!
Exclamo el portador del rayo sacudiendose sin precaucion.
—Si tomaras la medicina te curarias más rápido —pronunció una chica casi de su edad.
—La medicina es horrible, pero si me la das adecuadamente tal vez... ¡Auch!
—¡Silencio si no quieres tomarla no lo hagas!—pronunció la joven bastante molesta. —Kamado Tanjiro tu hermana se encuentra en la habitación contigua a esta—pronunció ofreciéndole a llevarlo.
—Está bien, por cierto ¿Y Inosuke? —preguntó algo preocupado.
—Ahí —señaló a la cama del costado —Al parecer se lastimó la garganta en la batalla, no te preocupes él está bien, ve a ver a Nezuko-chan.
—Gracias —dijo alejándose del lugar.
Zenitsu suspiro observando como el mayor de los Kamado se retiraba sin poder evitar recordar los momentos que había vivido hace apenas unas horas, estuvo tan cerca de la muerte pero seguía vivo, los recuerdos que tuvo en su momento de agonía carcomian su mente.
