Roman POV.
En cuanto lo veo caminando hacia acá mi corazón comienza a latir con fuerza y mis manos se ponen frías.
Trato de leer su rostro, o su postura, pero no soy muy bueno en eso, así que me limito a esperar a que llegue.
-Hola, tu –me saluda cuando está lo suficientemente cerca.
En cuanto lo escucho hablar todo el nervio desaparece de mi cuerpo.
No suena molesto, ni enojado, ni sorprendido.
-Hola, tu –le digo también.
-¿Qué haces aquí afuera? Está helando.
Me encojo de hombros.
-No quería entrar sin tu permiso.
Medio sonríe.
Estamos en el estacionamiento de su edificio, y aunque esta vez sí tengo un poco de frio, no visto más que una playera negra y unos jeans con botas.
-Esta vez no son cientos de arreglos –continuo-. Ni un ramo completo.
"Pero la compré para ti. Espero te guste.
Le entrego la rosa roja que tenía en mi mano, y el la recibe con una sonrisa.
-Gracias, Roman –me dice-.Por favor, pasa.
"Yo sé que estás acostumbrado, pero no soporto verte así.
Oprime el botón del ascensor a mis espaldas, y hace una seña para que lo siga al interior.
El viaje en el ascensor es muy incómodo, porque ninguno de los dos dice ni una sola palabra, y cuando las puertas se abren prácticamente tengo que obligarme a caminar, porque una parte de mi deseaba quedarse aquí, y regresar al estacionamiento.
-Toma –me dice Alexander en cuanto salimos al pasillo.
Se quita el abrigo y me lo entrega.
-Vienes temblando.
Ni siquiera me había dado cuenta de mis temblores. Pero estoy seguro que no es por frio, sino por nervios.
Aun así tomo el abrigo y me lo pongo.
Huele delicioso.
Huele tanto a Alexander que podría ponérmelo todos los días sin importar la temperatura.
Y una vez más caminamos en silencio hasta que llegamos a la puerta de su departamento.
-Adelante –me dice.
Entro, con una incomodidad insoportable.
-¿Quieres tomar algo? –me ofrece, mientras se quita la chaqueta y la cuelga en el perchero.
-Estoy bien, gracias –le digo.
Asiente y voltea a verme.
Y nos quedamos mirando durante unos largos segundos.
-Quiero hablar contigo –le digo por fin.
Asiente.
-¿Nos sentamos? -sugiere
Caminamos hasta la sala, y tomamos asiento. Él en el sofá frente a mí.
Suspiro.
-Te está constando trabajo ¿Cierto? –exclama, sonriendo.
-Si –admito-. Pero no por las razones que crees.
-Yo no estoy dando por hecho nada.
-Nunca he hablado de mis sentimientos –confieso-. De hecho, pocas veces me permito pensar en ellos.
ESTÁS LEYENDO
Hunter
Romance"¿Estás dispuesto a morir por alguien?" me preguntó "Yo no moriría" respondí "Viviría en él".