Capítulo Dieciocho

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Manía,
es la manera de referirme,
no solo al acto de abrazarte
y de amarte,

sino de verte actuar
como el manojo de nervios
en el que te conviertes
cuando te topas conmigo.

Pero si de verdaderas costumbres,
sentimientos inesperados
y signos de admiración se tratasen,
diría que soy más culpable que nadie.

Pues el ponerme nervioso,
con esa mirada tan tuya
que me hace sentir tan bien,
es uno de tus mejores actos.

Si me has visto destrozado,
y aún así has tendido tu mano,
a pesar de yo tenerte un odio profundo
porque me haces sentir como un enfermo.

Enfermo de amor.
Sentimientos nuevos que acompañan
este supuesto dolor
ante la pérdida de quien me ama.

Supongo que ese dolor,
por más que intente añorarlo
se me hace imposible encontrarlo.
No existe.

Tan solo era la culpa
la que me digería.
E incluso, me atrevo a decir
que era el miedo creciendo en mí.

Porque si te pasaba lo mismo,
entonces ahí sería mi muerte.
Entonces, yo me querría morir contigo.
Tendido en mi vacío.

Pues, si algo he aprendido
es que mi amor es correspondido,
y el odio me lo he ganado,
nada he logrado.

Viéndote ir y venir de mí,
pensando que es tu culpa
cuando yo he sido el único
que te ha alejado.

Quiero decirte que lo lamento.
Me gustaría poder decírtelo.
Quiero decírtelo.
Aunque no puedo.

Ya que, este sentimiento,
lo quiero gritar y
por momentos me hace pensar,
en lo miserable que sería aceptar

Que tengo la culpa de todo.
Y que, aún así,
a pesar de eso,
nunca podría tenerte en mis brazos.

Aceptar la culpa
tan solo sería otro método
para hacerme enojar,
y volver a girar.

Pedirte perdón no me garantiza,
ni ayer, ni ahora, ni nunca
que por fin podré amarte
sin reproche o estable.

Gracias.
Porque, no importa cuánto te odie,
tú siempre estás ahí.
Sin importar qué.

Digo que te odio,
pero no sé.
Probablemente es que
te amo tanto
y, simplemente,
tengo miedo de aceptarlo.

Settia | kookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora