Capítulo Diecinueve

20.4K 3.2K 544
                                    

TaeHyung se mantuvo al borde de la recámara de su hermano, recargado en la  puerta con un suéter cubriendo su cuerpo. Dentro, se escuchaban los sollozos de su madre, la habladuría de su padre, pero se perdían por mucho las palabras de JungKook.

    La firmeza de su voluntad comenzaba a caer. Pensaba en Jimin; en que, a veces estar cegado por alguien te hacía sentir miserable. Probablemente eso era lo que Jimin sentía cundo JungKook lo dejó; quizá tuvo ese sentimiento de embriaguez, de un amor falso que se iba y venía rápidamente; el sentimiento de vivir una mentira.

    TaeHyung suspiró para sus adentros, cerrando los ojos y mordiendo sus uñas como el chico temeroso que era. Sus pensamientos rápidamente lo llevaron a abrazarse a sí mismo, buscando relevancia en el instante donde cayó en cuenta que podía entender perfectamente los sentimientos del fallecido Park Jimin.

    — TaeHyung —escucha decir a su madre. Alza los ojos hasta toparse con ella, que muerde también sus uñas con nervios—. Puedes entrar si quieres. Tu hermano necesita algo de ayuda.

    Asintió. No supo qué más hacer o decir. No estaba mentalmente estable para reclamar algo, para huir de ahí y dejar a JungKook solo en ese tipo de problema. Se movió lentamente dentro de la habitación, cerrando la puerta de por medio y mirando fijamente a su hermanastro.

    Se lo veía perdido en la ventana, observando con cuidado el cielo. Jamás lo había visto tan mal; desde hacía muchos años que no miraba en él una mueca de tristeza, algo que reflejara su alma quebrantable. Su estatus estaba en descenso, al igual que todo rastro del egocentrismo tan característico. Así fue como TaeHyung, en vez de sentirse apenado por él, contuvo un mar de emociones recelosas y poco cooperativas. Distinguió muy a simple vista la importancia de Jimin en él.

    — Oye —habla TaeHyung de manera simple, aunque algo cálida. El pelinegro por fin le presta tiempo y atención—. ¿Estás más tranquilo ahora?

    JungKook observa a TaeHyung como si de un espejismo se tratara. Por un momento no sabe distinguir entre lo que imagina y lo que pasa en verdad.

    — Seguro.

    — Tú... ¿No quieres... Hablar de eso conmigo? —cuestiona el castaño inseguro.

    — Preferiría no hacerlo.

    JungKook realmente estaba más interesado en indagar su subconsciente. Culparse y repetirse una y otra vez que su boca era lo peor que podía poseer. Esa manera tan compleja de lastimar a los demás sin darse cuenta; palabra tras palabra, bomba tras bomba.

    Suspiró sin saber qué hacer. No quería estar solo, y la compañía de sus padres no era de mucha ayuda. Tener ahí a TaeHyung era peor; solamente le hacía sentir más culpable.

    — Sabes... No fue tu... —el mayor de detiene. Un fallo, tal vez una mala palabra y JungKook estaría vuelto un desastre. Continuó inseguro—. JungKook, no fue tu culpa.

    El silencio se acomodó en la habitación. Él observaba la espalda de su hermano, junto con sus cabellos negros cayendo por su cabeza. JungKook no quería verlo a los ojos, y en cambio creía estar concentrado en las cosas aledañas. No había ni un solo auto, y sabía que todos asistieron al funeral.

     El mayor miró el suelo con detenimiento. Se topó con el marco y el cristal roto de una foto que solía odiar: Jimin lo sostenía por los brazos, y tomaba a JungKook de la mano con una sonrisa. Vieja foto, quizá de mucho antes que los problemas se avecinaran. Cuando todo estaba relativamente bien.

    — TaeHyung.

    El chico alza la vista. Su alma parece salir un minuto de su cuerpo, sus ojos se cristalizan en un instante diminuto. JungKook está mirándolo a punto de caer al suelo. Roto, sin vida. Sin noción de su al rededor. Solo con TaeHyung.

Settia | kookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora