Capítulo Ocho

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Si la persona que más amas te pone en esa situación, ¿qué es más fuerte? ¿Tu corazón o tu mente?

    — Tú, idiota —grita TaeHyung desde el otro lado de su puerta. El corazón le duele, y su garganta se desgarra por la fuera en la que sale su voz.

   Abre la puerta enojado, se encuentra con unos ojos furiosos. JungKook expresaba toda esa furia por medio de sus orbes oscuros cual noche, y no lo entendía. No le había quedado claro que todos los problemas eran por su estúpida causa. JungKook no entendía que si él no existiera, o que si fuera menos imbécil, las cosas serían más sencillas.

    Sus ojos picaron con rabia, y mordió su labio con enojo antes de apuntarle al chico enfrente suyo, sin poder decir nada.

    — ¿Qué? —suelta tranquilo el pelinegro, con sarcasmo, burla, y unos ojos más oscuros que antes. Recargado en el marco, y de brazos cruzados—, ¿Vas a decirme que no es cierto?

    Y entonces, si no lo quiere, ¿por qué hace eso? Todo era parte de su egoísmo, de su impulsividad y su idiotez al no pensar antes de hablar. No era divertido. El juego de correr, detenerse, saltar, correr, caer, no... No era divertido para TaeHyung. Odiaba mantenerse arriesgándose por alguien que apenas le miraba. Aunque lo sabía, TaeHyung lo sabía... Sabía que era inútil, que por más que su cabeza le dijera que se detuviera, él seguiría corriendo detrás de JungKook. Era el juego más injusto, pero en el que siempre querría competir.

    — ¿Sabes qué? No puedo más contigo —le susurró por lo bajo. Quiso decirlo en alto, bien en alto para que su madre lo oyera, para que ella supiera que eran algo más que malos hermanastros.

    Esas palabras "No puedo más contigo", ¿alguna vez entrarían a la cabeza de JungKook? Una risita salió de los labios del pelinegro, se inclinó hacia delante, a centímetros de la cara de TaeHyung. El nerviosismo entró por la anatomía del mayor, pero se mantuvo firme.

    — ¿No puedes más conmigo? Aléjate entonces.

    Quería hacerlo. No podía. Su corazón tenía dueño, un mal dueño de pie enfrente suyo, mirándolo con arrogancia y envolviéndolo en sus garras, porque JungKook era el demonio que iba en contra de su felicidad, era lo amargo en su trago y el brillo del fuego en el infierno. Quería pedirle que se desapareciera, que si él generaba más problemas todo sería mucho peor; que dejara de lado que estuviera intentando sobrellevar la situación.

    Pero si JungKook creía que había tenido sexo con MinGi, y eso lo ponía celoso, cierta parte de él quería gritarle que eso no era bueno para su filosofía. Si no le quería, ¿qué si estaba con alguien más? ¿Por qué quiere ser el único? 

    — Tú fuiste el que vino hacia mí.

   JungKook calló por unos segundos, ladeando la cabeza amargamente sin poder creer en las palabras de TaeHyung, en la superioridad que estaba adquiriendo. Hablaban bajo, temían que su madre les oyera. La cercanía era la suficiente como para sentir el alma del otro, sus almas que llegaron a estar unidas, pero que en ese momento luchaban entre ellas. Ambos estaban congestionados por la situación, se odiaban entre sí a la vez que se amaban de una forma enfermiza y extraña.

    — Deja de acostarte con otros —dice JungKook con seriedad—. No juegues así.

    El enojo se acumuló una vez más, una corriente eléctrica que lastimó su orgullo, su cordura, y su felicidad interna. No debía de importarle, JungKook debería mantener sus asquerosos ojos en otra cosa. Si tanto me odias y me quieres  hacer sufrir, entonces déjame de lado, porque odio que te entrometas y me ilusiones, repetía una y otra vez en su mente, dejándose llevar por el fastidio que el pelinegro provocaba en sus entrañas.

     — ¡No te pertenezco! —gritó enojado. JungKook dio un paso hacia atrás por el sonido sordo del grito, confundido, y enojado también. TaeHyung respiró pesado—. ¡Déjame vivir de una vez, que te importe poco si estoy con alguien más! ¡Eres la mierda en mi vida! ¡No soy tuyo, no eres mío!

    El pelinegro se mantuvo inerte ante aquello, preguntándose las causas de esa valentía espontánea. Vio rodar por las mejillas de su hermanastro mayor un par de saladas lágrimas, le causó gracia. No sabías qué tanto impacto podías causar hasta que lo veías reflejado. Sus sentimientos egoístas que iban de acuerdo a su corazón y su cerebro reflejaban un odio profundo por el chico delante suyo... En realidad no era odio, sino algo mucho peor que era imposible de explicar con palabras.

     JungKook tomó de la mandíbula a TaeHyung. Sin delicadeza, sin querer lastimarlo pero fuerte, firme, porque tenía que dejarle algo en claro.

    — Dime eso otra vez —le dice en un tono exasperado, un tono que rozaba lo necesitado. TaeHyung cierra los ojos con fuerza, no quiere verlo a la cara—. Dime eso otra vez, dime que no me perteneces, y que no soy tuyo. Inténtalo.

    Entonces TaeHyung supo algo. No podía decirle eso viéndole a los ojos, se sentía culpable porque sabía que tenía razón en muchas cosas, y que erraba en otras. No le pertenecía de verdad a JungKook, pues nadie era su dueño. Sin embargo, él quería pertenecerle, y el simple hecho de querer eso con toda su alma convertía a aquel chico en su sultán.

    Ya no quería vivir esa clase de vida, él quería amar el cielo y el pasto, así como lo amaba a él. Quería ser tan feliz como lo fue y como podría ser. Bajó la vista, sintiéndose un idiota de nuevo.

    — Te odio —repitió más alto TaeHyung viendo al suelo.

    Él le obligó a verle, de nuevo, directo a los ojos, como siempre que necesitaba reafirmar las cosas. TaeHyung lo miró detenidamente, sintiendo en su corazón una pequeña ruptura. 

    — Repítelo —le dice a Tae—. Dime que me odias mientras me miras a los ojos.

    TaeHyung se detuvo un segundo, y miró a su hermanastro directamente.

    JungKook le soltó en el mismo instante en el que TaeHyung se lo dijo sin titubear:

     — Te odio, JungKook.

Settia | kookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora