Capítulo Dieciséis

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Te lo dije.
Te dije que me extrañarías.
Te dije que comenzarías
a amarme.

Porque ahora que me iré,
ahora que te dejaré,
yo sé que me amarás
aunque eso es en lo que menos pensarás.

Te sentirás culpable
porque me mataste.
Destruiste
a la única persona que siempre
te iba amar incondicionalmente.

Tus palabras
entraron en mí como fuertes,
cálidos y dolorosos
golpes llenos de odio.

Para.
Detente.
Deja de dar pasos en falso.
Deja de huir.

Tú eres el culpable
del odio que él te tiene.
¿Sigues pensando que te ama?
Míralo.

Mira cómo baila
y se divierte
y te deja de lado
y vive sin ti.

Porque no le importas.
Porque él te odia.
Porque él no te soporta.
Porque él es feliz,
incluso cuando no eres tú
quien está a su lado.

Te escribo esto
con una sola intención:
abre los ojos,
entiende la situación.

Muere conmigo,
o vive sin él.
Ven conmigo, porque a donde iremos
te prometo amor,
amor y la pieza que te falta.

Acompáñame,
permíteme ser tu cielo.
O vive con él,
en un infierno.

Muere conmigo, JungKook.
Te estaré esperando,
en la puerta al cielo
de tu único amor.

Yo soy tu único amor.
La única persona que te ama.
Yo soy tu vida.
Soy Park Jimin, y te esperaré
incluso después de que muera.








El chico suspiró con lágrimas en los ojos y una sonrisa cínica que expresaba el odio profundo que se tenía a sí mismo. Sus cabellos rubios estaban mojados a causa del agua que caía por su espalda.

    Se sentía roto e insatisfecho, como una fachada a medio mojar. Como algo que se desvanecía fácilmente en el aire que corría a su alrededor. Siempre fue de esa manera, nunca había sido él la causa de esa sonrisa. TaeHyung, odiaba ese nombre. No podía creer que después de todo lo bueno que le dio a ese par de enfermos, las cosas habían resultado de aquella manera. No sabía quién era, no sabía cuál era su propósito.

   Incluso si JungKook lo miraba, incluso si le protestaba atención. No importaba. No importaba cuántas veces haya notado esos ojos sobre él mismo, si TaeHyung estaba ahí, la mirada se le perdía.

    En realidad nunca significó nada para el pelinegro. Era un reemplazo. Lo que utilizaba cuando se aburría, su manera de escapar de aquel hoyo profundo.

    Entendió que su vida no valía, si el amor profundo nunca pudo ser más que un estúpido castaño inseguro, llorón e idiota que estaba enfermo, que se iría al infierno.

    Entonces Jimin deslizó con fuerza el filo sobre su brazo, en dirección al río, y hundió su cuerpo en el agua, sintiendo la felicidad venir encima suyo.

   Muy pronto estaría con JungKook.

Settia | kookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora