Las cosas marchaban bien. Eso fue lo primero que pensó TaeHyung al salir de la habitación de su hermano a primer hora de la mañana. Lo miró ja última vez, ese recuerdo tan intacto y complejo de él.
De nuevo, simplemente esbozó una sonrisa y cerró los ojos liberando cualquier sentimiento para dejarlo ahí. En el olvido. Era tiempo de dejarlo ir. Podría encontrar de nuevo a alguien que amaría, que desearía meter en una caja de cristal. Podría enamorarse de nuevo, y valdría más conservar su integridad que estar detrás de JungKook como si fuese su juguete. TaeHyung se amaba más de lo que nadie lo podría amar. Y, aunque era doloroso dejar atrás a esa persona que te dio felicidad en algún momento, más doloroso sería terminar destruido.
— ¡TaeHyu...! Ah, aquí estás hijo lindo.
La mamá de TaeHyung se acercó lentamente a su hijo y le acarició la mejilla con suavidad. Él le sonrió con un toque pequeño de melancolía, y suspiró sintiendo el suave tacto de su madre.
— ¿Estás bien? Se te hace tarde para la escuela.
— Sí, estoy bien mamá —por primera vez sonaba sincero, completamente sano—. Iré ya a vestirme.
Ella asintió unas cuantas veces. TaeHyung se dirigió a su habitación. Llevaba muchas cosas en la cabeza. Un sentimiento nuevo se expandía por todo su cuerpo, corroborando la libertad del alma. Se sentía como alguien nuevo, alguien que podría hacer lo que deseara. No había otra cosa más satisfactoria que esa.
Sentado en su cama, tumbado y viendo el techo, no pudo evitar simplemente suspirar. Ese peso se le fue de encima. Algo le dolía, muy dentro de él, pero todo estaba bien. Ya todo mejoraría. Las situaciones incómodas, el malestar diurno y nocturno, los celos, la poca atención, el sentimiento de faltar, de ser invisible y el no existir se desvanecerían.
Pero algo no estaba bien.
Movió la cabeza de lado a lado, la memoria le fallaba. ¿Qué era exactamente lo que sucedió una noche atrás?
— ¡¡TaeHyung, apresúrate, papá ya está esperando!!
La voz de su madre lo hizo ponerse de pie, tomando la mochila de inmediato. Tenía que cumplir en la escuela. Saliendo de su habitación, asomó la cabeza de nuevo por la puerta, mirando a JungKook ahí, tan tranquilamente durmiendo. Dio un paso en falso, procurando irse, pero regresó de inmediato a mirar a su hermano.— ¡Espera, mamá, tengo que buscar algo!
Dejando caer su mochila, entró al baño de JungKook. Buscaba esas pastillas de menta que tanto le gustaban, alguna vez JungKook se las había dado. Abrió el estante y comenzó a rebuscar, una, tras otra, tras otra. Pero no había nada. Suspiró, cerrando el estante y rodando los ojos. Su salida fue temerosa, y entonces oyó algo.
Sus ojos cayeron al suelo, donde rodaba un bote vacío. Agachándose a recogerlo y leyendo la etiqueta, con esperanzas de que fueran aquellas pastillas de menta.
—... No...
No lo eran.
TaeHyung removió todo el suelo para buscar alguna pastilla, movía las manos por todo el azulejo tan rápido que comenzaba a resbalarse. Entonces, se puso de pie, con la cara roja.
— No, no, no, no... ¡No!
Sus manos fueron directo a él, que dormía tranquilo en la cama. Lo agitó, agitó su cuerpo tantas veces como pudo.
— ¡No! ¡¿Cómo pudiste hacerme esto?! ¡¡Eres un idiota, JungKook!! ¡¡Despierta en este mismo momento!! ¡Por favor! —los movimientos eran desesperados.
El cuerpo de JungKook se movía abruptamente por aquella fuerza emitida. Sus brazos colgaban distantes a un movimiento propio, y sus mejillas comenzaban a mojarse a causa de las lágrimas de TaeHyung.
Era un sentimiento de rabia, impotencia y culpa. TaeHyung sentía cómo le quitaban su vida, su alma, su corazón. Un desgarre emocional que lo hizo aferrarse en un abrazo al cuerpo sin vida del amor eterno.
— No... No... No tenías... Despierta... Por favor, despierta. Te prometo que estaremos juntos, haremos todo lo que quieras... Solo... Solo despierta.
No hubo respuesta.
Ya jamás la habría.
Porque ese mismo sentimiento de culpabilidad fue el que consumió aquella alma tan despavorida. La mente de JungKook se rompía cada día que pasaba, su estómago estaba retractándose de funcionar correctamente. Le costaba respirar. Cada día tenía más ataques de ansiedad, no dormía bien. Soñaba con Jimin. Sus palabras lo mataban, las acciones lo mataban. Y sabía que de esa manera, su muerte sería más dolorosa.
— No, no. Despierta. Tienes que despertar. Te amo, despierta. Por favor... Despierta.
El remordimiento.
Había peores maneras de morir.
Pero él había muerto por su cuenta, en secreto. Y, su extraña mente simplemente quería zafarse del problema. Dejar de lado sus problemas humanos.
Había una buena razón para hacerlo.
No sólo lo cubría un remordimiento. Siendo sincero, Jimin no era su mayor problema.
—... Te odio.
TaeHyung lo era.
Saber que el amar a alguien era un dolor tan profundo que te hacía reaccionar precipitadamente.
— Te odio tanto... Me gustaría decírtelo en serio —las lágrimas desbordaban aquel cuerpo, que se aferraba meciéndose con JungKook entre brazos—, y digo que te odio porque me dejaste. Y ahora yo...
Saber que había herido a la única persona que siempre...
— Regresa... Te amo, siempre te he amado. Regresa ahora.
Que siempre lo amó.
La madre del chico entró, pero era demasiado tarde. Él había muerto. Los dos habían muerto. JungKook yacía entre los brazos del chico, muerto, sin una pizca de vida. Y, aunque TaeHyung estaba con él entre sus brazos, en medio de un diluvio de lágrimas, claramente se podía escuchar en sus quejidos y en el sonido de su pecho falto de aire.
TaeHyung había perdido al amor de su eternidad... Y eso simplemente lo hizo morir en vida.
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Settia | kookv
Hayran KurguPorque estoy de acuerdo contigo. Sé que puedes herirme las veces en las que tu nefasto corazón necesite sentirse grande. También sé que al llamar mi nombre, estaré ahí con los brazos abiertos para recibirte. Estoy totalmente de acuerdo contigo, yo s...