El último primer día de clases

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Finalmente era el primer día de clases, ese sería su último año como escolares y la mitad de alumnos estaba preocupado por saber qué hará después, algunos ya sabían qué estudiarían luego, otros tenían por seguro que una carrera técnica sería lo mejor para ellos y otros pocos no les quedaba otra que ponerse a trabajar; esta última era una situación lamentable, aunque común. 

Como todos los inicios de año, había una ceremonia de entrada, donde los profesores daban algunas palabras e inspiraban a los alumnos a continuar con sus estudios, aunque lo que todos esperaban era ver los cambios de salones y el ingreso de nuevos estudiantes tanto de tercero de secundaria como de traslado. También era el día de las exposiciones de psicología, donde daban charlas sobre el desarrollo cognitivo y métodos eficaces de estudio; todos los años se daban las mismas charlas, así que Andrea ya se las sabía hasta de memoria. 

Era muy inusual ver nuevos alumnos llegar a la promoción, sin embargo ese año ocurrió: un nuevo nombre estaba en la lista de los estudiantes de quinto de secundaria. Todos preguntaban entre sí quién sería el nuevo alumno, pero nadie lo conocía, así que quedaba esperar a que, al final del día, publiquen las listas de los salones. El año anterior habían mencionado que no se cambiarían las aulas al pasar a la promoción, pero debido a la desintegración de los grupos y al término de este proyecto, parecía ser que la directiva escolar había decidido cambiar de salones de todas formas. Andrea suspiró, se había acostumbrado mucho a estar con sus amigos y temía que la separasen de ellos, pero su lado frío y calculador salió a relucir al pensar que estadísticamente debía tocarle al menos con uno de ellos, cosa que estabilizó su estado emocional.

El día transcurrió sin cambios al protocolo, media escuela se durmió durante las charlas y la otra mitad o escuchaban deslumbrados o cuchicheaban entre sí. El chisme del día era el nuevo alumno de la promoción, habían creado rumores sobre si era un delincuente expulsado de su antiguo colegio, si era un prodigio buscando relacionarse con la prole antes de lanzarse a la excelencia, si era un huérfano reubicado por el estado, y muchas otras mentiras inventadas por el colectivo de estudiantes en vigilia durante la charla de funciones ejecutivas. 

Cuando todo estaba por terminar, los alumnos se encontraban impacientes con la publicación de los nuevos salones y estudiantes, los cuales no se hicieron esperar; apareció, bajando las escaleras del pabellón de aulas al patio central, el profesor de química con varios papelotes en los brazos. Algunos profesores lo ayudaron a colgarlos en unos paneles y se retiraron rápidamente para que los alumnos se puedan acercar a ver su contenido: la lista de aulas. 

A Andrea le había tocado el salón quinto C, el mismo que Eduardo, el antiguo presidente del consejo, había tenido; a Leonardo, Vania y Gianfranco también se les asignó ese salón; a Alejandro, Celeste y Beatriz los enviaron al quinto A. La separación del grupo se veía venir, pero no fue dolorosa ni nada por el estilo, sabían que la división de salones era algo meramente rutinario y que su amistad se mantendría a pesar de la corta, aunque contundente, separación. 

Finalmente se supo qué salón tendría el nuevo estudiante: quinto B, tal que no se toparía con nadie que Andrea conociera, cosa que todos agradecieron mucho después. Debido a la gran duda de todo el colegio por el nuevo alumno, los profesores conversaron un rato y lo llamaron donde ellos se encontraban a través de un megáfono; luego lo hicieron escribir una breve historia sobre sí mismo y empezaron a contársela a todos.

Su nombre era Javier, venía del extranjero, al parecer el trabajo de sus padres les demandaba mudarse de país cada cierto tiempo y por ello ahora debía terminar su secundaria en ese colegio. La directora le había permitido hacer eso al escuchar su historia y leer una carta de recomendación de su anterior colegio, pues resulta que era un alumno excepcional y sus calificaciones eran remarcables. Algunos chicos empezaron a preguntarse si es que el puesto de mejor estudiante de Andrea podría ser arrebatado al fin. Y, como no podía ser de otra forma, media escuela estaba chismeando nuevamente de Javier, aunque en realidad pocas personas lo habían visto. 

Eso cambió cuando, para aminorar los rumores sobre sí mismo, el mismo Javier se paró al centro del patio a gritar "¡Sí, yo soy Javier! ¡Si alguien tiene una duda sobre mí que me lo diga! ¡Pero no me estén inventando nada!" Algo en el tono de su voz indicaba como si ya hubiera dado ese discurso antes y le importara realmente poco lo que los estudiantes o profesores pensaran de él después de eso; pero sobre todo, su timbre de voz era algo familiar. 

"Debe pensar que al solo estar un año aquí no le debería importar sus relaciones" Vania apareció por detrás de Andrea mientras ella veía a Javier e intentaba recordarlo de algún lugar "¡Ah! Vania, me asustaste... Creo que es verdad, de tanto viajar seguro que no tiene muchos amigos..." "Podría apostar que simplemente no los tiene, parece alguien parco". 

La atención sobre Javier se fue disipando poco a poco, nadie se atrevió a preguntarle nada y ya era hora de salida, por lo que la gente se iba yendo; él, por su parte se apoyó sobre una pared y empezó a mirar su celular. El grupo de Archi se pudo volver a juntar, se saludaron y rieron un rato, a pesar de haberse visto hacía no mucho, el inicio del año escolar siempre era un motivo de celebración. 

Unos minutos después, Javier se sentó en el piso con la espalda apoyada en la pared y fue entonces que Leonardo lo reconoció "¡Chicos! ¡Tu fiesta, Bea! Él es el chico que se quedó hasta el final y dejamos en la calle" Alejandro se golpeó la frente con la palma de la mano "Ah... ya lo recuerdo" Beatriz volteó a ver a Javier "¡Digastin! ¿Y él es un buen pupil?" Unas amigas llamaron a Beatriz indicándole que ya se iban y diciéndole que las acompañe "Sorry gais, jaf tu gou, ¡bai!" Alejandro tosió levemente "¿Acaba de decir todo eso en inglés?" aunque él mismo no se quedó mucho tiempo más con el resto, pues apareció Celeste de las sombras y lo abrazó por la espalda "¡Hola, chicos! ¡Ale! ¿Nos vamos?" Tal parecía que la enamorada no había perdido el tiempo y desde el primer día de clases ya quería pasar tiempo con Alejandro, y él quería lo mismo, así que entre muletillas y disculpas ambos se retiraron. 

Vania suspiró "Es hora de que me vaya, me esperan en casa, hasta mañana" Al final quedaron Andrea y Leonardo solos, y él, viendo que nadie conocido estaba cerca decidió hablar "Ey, Andrea..." "¿Sí?" "Es que... ah... le dije a mis padres que regresaría más tarde, que posiblemente saldría con ustedes después de todo" Andrea observó a los grupos de estudiantes salir juntos y desviarse con dirección al distrito comercial o al mercado "Bueno, es lo que todos hacen en realidad" "¿Tienes algo qué hacer ahora?" "No, ¿Quieres hacer algo tú?" La ligera iniciativa de Andrea sorprendió bastante a Leonardo "Ah... bueno, ya pues... Ah... ¿Qué quieres hacer?" "Es que tengo que hablarle a alguien ahora... después de ver a este Javier... como que se me han venido algunas cosas a la cabeza" "Te escucho entonces, Andrea". 

Mi tiempo y el nuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora